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Opinión

¿Qué futuro nos espera?

Fórmula Legislativa.

El escenario nacional e internacional que México enfrenta hace exigible una revisión de los valores que practicamos o que ignoramos como ciudadanos miembros de una sociedad. 

El crecimiento de la delincuencia, la ineficacia de nuestros cuerpos de seguridad pública para combatirla, la corrupción galopante y la confusión política, solo por mencionar algunos problemas presentes en el ámbito interno, al lado de las renegociaciones del tratado de libre comercio, las advertencias de construcción de muros fronterizos; pero sobre todo las recientes amenazas recíprocas de bombardeos nucleares entre Corea del Norte y los Estados Unidos, en el plano internacional, deberían ser motivos suficientes para reflexionar sobre el papel que como individuos jugamos en nuestro entorno social.

A un buen número de ciudadanos, incluidos muchos de los académicamente preparados, parece no importarles que la violencia delictiva genere centenares o miles de muertos, que envenene a otros muchos, en tanto no el calor del fuego no se acerque a su pequeño feudo individual. 

De la misma manera tratan de ignorar la corrupción, mientras no les perjudique, y lo más grave es que parecen no dimensionar las consecuencias funestas de una nueva guerra internacional, que a su juicio no sería problema mientras no se lance una ojiva nuclear sobre la base naval de San Diego, que de paso arrase con Tijuana y Rosarito.

Esta ausencia de conciencia social, de espíritu de grupo; esta temeridad llamada individualismo, ha venido prohijándose desde hace décadas en nuestro sistema educativo, y entre nuestros profesores –a la vez víctimas del individualismo- no han surgido figuras emblemáticas como en su época fueron José Vasconcelos y Justo Sierra, "El Maestro de América", que reclamen una nueva modalidad de formación cívico social de los alumnos. 

Es el nuestro un sistema educativo, que en aras de privilegiar la ciencia y la tecnología, objetivo que no ha alcanzado del todo, abandonó la formación de la niñez y la juventud en torno a la construcción de ciudadanía como elemento de cohesión social; es un sistema que dejó en el olvido la enseñanza del civismo, es decir, de las reglas y valores del respeto entre ciudadanos, de la construcción de causa común.

Tenemos un sistema educativo que aparta al ciudadano de la crítica social, de la vigilancia de los actos de gobierno, que le infunde como doctrina el laissez faire, laissez passer a la inversa, al poner sobre el interés social la libertad individual para no oponerse a la acción de gobierno por negativa que parezca, que le dice al individuo que es mejor «dejar hacer, dejar pasar», lo que tiene como consecuencia un estado corrupto y una sociedad igualmente corrupta.

Ya ni siquiera consideramos importante que nuestros gobiernos sean electos por una “mayoría” de poco más del 24% de los empadronados, porque no alcanzamos a comprender que, como en algún momento escribió Ludwig von Mises, cada uno de nosotros lleva sobre sus espaldas el peso de parte de la sociedad, y nadie ha sido dispensado de su responsabilidad por los demás. Porque no entendemos que nadie puede encontrar la protección de sus intereses individuales, si la sociedad se encamina a su destrucción.    

Ahora se nos presenta una nueva oportunidad. En menos de once meses estaremos de nuevo ante las boletas electorales para decidir quién será el compatriota que conducirá los destinos del país, y en buena medida de nuestros destinos personales, al hacerse cargo de la Presidencia de la República. 

Desafortunadamente son muchos los mexicanos que, ante el descrédito de los partidos políticos y de quienes integran la llamada clase política, no estarán dispuestos a dedicar una parte de ese domingo 1º de julio a trasladarse a la casilla y participar en la decisión, porque para ellos la sociedad no tiene remedio; mucho menos podemos esperar que se involucren en la solución de otros problemas inmediatos de su entorno. 

Duele ver como se ha popularizado la frase foxista “¿Y yo por qué?”, como si la solución de los problemas comunes fuera siempre de otros.

Fuera de López Obrador, aún no se conocen con certeza los nombres de los candidatos de otros partidos, pero ya se advierte entre éstos un ambiente en el que es más importante luchar “contra” otros, que “con” otros. 

Domina el pragmatismo para llegar al poder a como dé lugar, aunque no se tenga claro para qué llegar. PRD y PAN se plantean la creación de un frente amplio contra el PRI y contra López Obrador, en tanto éste dibuja un camino que ya demostró su inconveniencia en otros países de América Latina; el PRI busca contra viento y marea conservar el poder, y el resto de los partidos busca acomodo con uno o con otro para evitar su desaparición.

La elección que viene es quizá la más importante de las que se hayan dado durante el último siglo, porque en ella no solo se juega el futuro de los partidos políticos, se juega el futuro de la democracia, se juega el futuro de la libertad que los mexicanos tenemos en mucha mayor proporción que Cuba, Venezuela y otros países de Latinoamérica, África y Asia.

Por ello, es importante levantar nuestra autoestima ciudadana, es hora de dejar de pensar que nuestra participación no vale, y como dice Margaret Mead, nunca dudar de que un pequeño grupo de ciudadanos reflexivos y comprometidos puede cambiar el mundo, pues de hecho eso es lo único que lo ha logrado a lo largo de la historia; es hora de convencernos de que solo nos espera el futuro que juntos podamos construir.