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Opinión

La CNTE y la política educativa

Fórmula Legislativa.

“Como amo la libertad tengo sentimientos nobles y liberales; y si suelo ser severo, es solamente con aquellos que pretenden destruirnos”: Simón Bolívar.

Como lo advertimos en nuestra anterior colaboración, los maestros de la CNTE que se habían retirado la semana pasada luego de dialogar con los secretarios de Gobernación y de Educación Pública, además del coordinador de los diputados de Morena, volvieron a sitiar la cámara de San Lázaro y evitaron por segunda semana consecutiva la celebración de sesiones.

No se requería ser médium para predecir su regreso, porque todo mundo conoce el modus operandi de esa organización contestataria que, además, dispone de información privilegiada en torno al contenido del dictamen, que le proporcionan 40 de sus miembros que lograron una curul gracias a Morena y que actúan ahora cual caballo de Troya.

Tampoco es difícil adivinar las intenciones de ese grupo gremial, pues tras la exigencia de que regrese la regulación de sus relaciones laborales al artículo 123, Apartado B, de la Constitución; que exista pase automático de las escuelas normales al ejercicio docente o sea sin examen alguno de aptitud; y que el diálogo se realice directamente con el Presidente de la República, está la pretensión de controlar a las nuevas generaciones del gremio magisterial, a las que tendrán secuestradas entre el natural agradecimiento y la presión criminal que tradicionalmente ejerce la CNTE sobre aquellos que durante los paros decretados se atreven a desafiar la decisión e imparten clases a sus alumnos.

Hasta el momento el proyecto de dictamen contempla que tanto el ingreso al servicio docente como la promoción a directivos y de supervisión en educación básica y media superior, se sujetarán a concursos de oposición que garanticen la idoneidad de los conocimientos y capacidades de los mentores, pero la CNTE no quiere, porque lo considera contrario a sus intereses, no obstante que eso es uno de los pilares para lograr que México se aleje del vergonzante sitio 102 en calidad educativa, de los 137 países evaluados en el Índice Global del Foro Económico Mundial, en el que se ubica por debajo de Etiopía.

En sentido contrario al ideario de Simón Bolivar, quienes dirigen las huestes centistas están lejos de amar la libertad –con excepción de la propia-, o de albergar sentimientos nobles y liberales; a esos dirigentes les importa muy poco la tendencia social y política encaminada a la protección del interés superior del niño, porque su particular aspiración es contraria al interés general.

En los planteamientos de la CNTE se omite el interés de los educandos, como también brilla por su ausencia el interés nacional; no hay forma de identificar en ellos una visión del sistema educativo que el país necesita, porque su discurso se orienta como mero pretexto, a descalificar el liberalismo que al parecer no conocen.

En su maniquea y reduccionista perorata pretenden asustar al pueblo con el fantasma de la ideología neoliberal, que según su corto entendimiento pretende privatizar las escuelas y convertirlas en una mercancía; lo que desde luego no es concebible al menos en un país como el nuestro. Pero nada dicen, por ejemplo, de las grandes carencias en infraestructura educativa que padecemos, de ese 46 por ciento de escuelas sin drenaje, del 11 por ciento de planteles sin baños o con instalaciones insalubres e inadecuadas; ni del congelamiento del presupuesto oficial a las universidades, porque simplemente no es su negocio.

Su actitud es a tal grado arrogante que no les importa secuestrar a los poderes de la Unión, como tampoco mantener secuestrados en la ignorancia a miles de infantes y jóvenes oaxaqueños, chiapanecos y guerrerenses; a los niños de aquellas entidades que el Presidente quiere rescatar de un atraso que no solo es económico sino también y fundamentalmente educativo.

Exigen que sea el Presidente y nadie más que él quien les atienda, confiados en un gobierno que opta por el diálogo, y si el diálogo no funciona, apuesta por más diálogo, en una criminal renuncia al ejercicio de su facultad de legítimo sometimiento cuando se afecta el interés general. Un gobierno que ha dejado clara su intención de terminar con el neoliberalismo, al grado de declarar su abolición aunque sin decreto de por medio; y que no aclara si su planteamiento es similar al de la CNTE y si con él definirá su política educativa.

La educación crítica, democrática y popular planteada desde la campaña ha sido de siempre un postulado de la izquierda, que se escucha de lo más justo para la población; pero ningún gobierno puede ejercer sobre ideas absolutas. La educación democrática y popular no puede ser reducida a la universalidad de la educación, ni la universalidad debe entenderse como el hecho inmutable de que todos nos preparemos como el Estado quiere; la universalidad es generar las condiciones y proporcionar las oportunidades para que todo aquél que quiera preparase se prepare, lo que de ninguna manera puede hacerse obligatorio en tanto el Estado no tenga la capacidad para solventar los requerimientos económicos y familiares de aquellos estudiantes que por necesidad están obligados a laborar.

La política educativa deseable debe partir de la convicción de que una enorme matrícula no es útil si no hay calidad en la enseñanza; y no puede haber calidad en el hacinamiento en las aulas, que impide al maestro la atención personalizada de los estudiantes. La escolaridad sin aprendizaje es una mala inversión, es pérdida de recursos y de potencial humano, además de que genera frustración.

Se habla ahora de universalidad de la educación superior, pero en los hechos se detiene el avance presupuestal de las instituciones, pero si aun así se llegara a lograr, ¿a dónde irán a ejercer los nuevos profesionistas?; ¿De verdad se tiene un plan que iguale el número de plazas con la cantidad de egresados? Está por verse.


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