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Wendy y Édgar, primera boda Yoreme de mestizos en San Miguel

Todo el pueblo fue invitado a la celebración en la que las tradiciones indígenas unieron el amor de una pareja que fue adoptada por la comunidad Yoreme.

Wendy y Édgar, primera boda Yoreme de mestizos en San Miguel

Los Mochis, Sin.- ¡Junake, Jukane! más de 500 almas reunidas en un solo lugar, ¡Junake!, inicia la fiesta Yoreme.

Wendy caminó sobre el suelo de tierra con sus huaraches nuevos, su vestido de manta blanco, acarició la tierra sagrada de un pueblo indígena, la mirada de todos estaba sobre ella,  así como la corona de álamo, sauce y mezquite  que llevaba sobre su cabeza.

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Al final del camino, la esperaba Édgar, con su camisa y pantalón de manta blanco, en su cuello un pañuelo rojo, cuando  la mira piensa que es “la definición de la belleza misma”, mientras tanto ella buscaba sus ojos, entre los nervios, la emoción, música, cantos y  danzas, piensa que él “es el espejo en el que ella se mira”.

“Uno siente pues, uno siente cuando verdaderamente es lo que uno necesita y yo simplemente al ver sus ojos y al escuchar lo que ella me compartía dije: yo pienso que ella debe ser”, explicó.

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“Él es de Cortines yo soy de Culiacán y estoy por acá porque por acá me dieron mi plaza, ahora por voluntad propia, decidí regresarme porque ya me habían mandado hasta allá y me regrese por él, por el amor me hizo quedarme por acá”, reveló.

Más de 500 personas llegaron a la iglesia Yoreme, la ceremonia es parecida a las procesiones de las festividades Yorem (en lengua yaqui), pero en esta ocasión el Jinanqui (festividad), es un ritual de boda, la boda de Édgar Cota Nafarrate y Wendy Ruiz Tejada. 

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La primer boda que se realiza en la Iglesia Yoreme, tiene como invitado a todo San Miguel Zapotitlán, hombres y mujeres vestidos de manta blanca, con huaraches y pañuelos rojos, la ceremonia ¡es algo que jamás se había visto en el pueblo!

“Es algo y bonito que no tiene explicación, nos adoptaron y realmente nos sentimos como parte de, como su familia, de por sí ya era bonito, ahora compartir la emoción de eso bonito con toda la gente que nos quiere, es muy especial”, recalcó.

Olores y tradiciones

Los aromas llegan desde lejos, es Huacabaque, mezclado con barbacoa y menudo, se despierta el hambre y se busca el camino a la ramada, ese lugar simbólico en la que nunca nadie ha realizado un ritual de unión matrimonial.

Un venado se abre camino entre la multitud, cada movimiento  es de veneración;  ¡Tun tun tun tu!,  ¡tun tun tun tu!, ¡tun tun tun tu! suena su corazón al ritmo de un tambor, con el torso desnudo invita al pueblo  los  a seguir el paso.

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“Es un sentir muy espiritual esto por que, el que a uno lo adopten,  y luego en una cultura tan importante en nuestra región pues es inimaginable, en muchas ocasiones es difícil de que alguien entre en su circulo y que nosotros tengamos esa dicha nos pone muy contentos y orgullosos”, resaltó.

¡Ahí vienen los Pascolas!, grita un niño emocionado , en sus manos llevan dos Senasos (sonajas de bule); Avanzan con ritmo y orgullosos con sus trajes de manta,  encarnado con su paso  el alma misma de la fiesta.

Los Coyotes también se unieron a la celebración, y junto con las fiesteras de San Miguel y El Teroque, llevan al pueblo a la “enramada” donde  se encuentra el Pascola Mayor, quien guiará a los novios en   la conexión de la unión del matrimonio (Junake).

“Ahí no importan los egos, ahí no importa el dinero que uno tenga, ahí no importa la zapatilla, la etiqueta la marca entonces le digo yo que es un amor más humilde”, comentó.

“Y espiritual sobre todo, ya meramente en una conexión más allá de lo terrenal”, precisó.

La  música es natural: violín, arpa, tambor de agua y  flauta resuenan por toda la ramada; las voces al unísono repiten los antiguos cantos de venado,  coyote y pascola, los ojos de los visitantes, chicos y  grandes, se asombran, hoy se festeja una boda y el ciclo de la vida al estilo Yoreme.

El amor de dos mestizos en tierra indígena

Édgar Cota Nafarrate, nació en Adolfo Ruiz Cortines, Guasave, mientras que Wendy Ruiz Tejada en la ciudad de Culiacán, ambos se conocieron en una escuela primaria de San Miguel Zapotitlán, ahí ella trabajaba de maestra y a él lo habían contratado para pintar el centro escolar.

Ella de profesión educadora y él maestro de artes visuales, después de un año de cortejo decidieron ser novios, al paso del tiempo, a Wendy le dieron el cambio de plaza a Culiacán y lo rechazó, se había enamorado de Édgar y de las tradiciones de la cultura tradicional indígena Yoreme.

Su amor se fortaleció y enriqueció con la cultura tradicional Yoreme y católica, juntos iniciaron el proyecto de reparación del santo “San Miguel de Arcángel”, que data de más de 400 años, así como de otros 9 santos de forma gratuita; la comunidad aprendió a quererlos y los acogió bajo sus tradiciones.

“Ya nació una amistad y más que amistad como que nos adoptaron ellos, los Yoremes, porque les gustó lo que hicimos y no había como agradecernos, y ya después nos dijeron: tenemos a San Juan, tenemos a la Virgen de Loreto, a la de la Purísima concepción, a Jesucristo de todos necesitan reparaciones, así fuimos poco a poquito reparando”, recordó Wendy.

Por primera vez en la historia de San Miguel se realizó una boda en la iglesia Yoreme, oficiada por el sacerdote Humberto Gutiérrez,  y en la ramada con la bendición del Pascola mayor, una excepción que hicieron los indígenas por dos mestizos que,  durante los tres años de noviazgo,  se enamoraron de la comunidad, participando de los festejos y actividades, formando una gran  familia.  






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