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Opinión

Violencia electoral… El riesgo

Punta de Lanza.

06/06/2018

Es claro y evidente: las campañas políticas se tornan cada día más agresivas. Los mexicanos estamos divididos. Las pasiones políticas rebasan los límites de la prudencia y la tolerancia.

Pareciera que estamos en una guerra de todos contra todos. Una guerra, ya no digamos de ideas, sino de ofensas y graves acusaciones. Una guerra intestina en la que al parecer sólo podría haber perdedores.

Así se puede interpretar por el extraño encono en que las clases sociales estamos inmersas en estos momentos.

Amigos contra amigos y hermanos contra hermanos, en la confrontación de ideas y pensamientos político - electorales. Es en la creencia de que la razón es sólo nuestra, donde germina el encono y de donde surge el conflicto.

Las arenas políticas se multiplican y los prospectos para subirse para las confrontaciones no faltan. Más bien, sobran.

Aquí la premisa es: "Si no coincides conmigo en mis preferencias políticas, estás en mi contra". Esa pareciera ser entonces la consigna.

Triste, pero real. Todos a diario promovemos ideas para que nuestros gobernantes desarrollen acciones que nos lleven a vivir en un ambiente de sana paz y buena convivencia social.

Nos quejamos amargamente de la inseguridad que padecemos a lo largo y ancho de nuestro país y gritamos consignas de reproche a nuestros gobiernos por no tener la capacidad, la fuerza, entereza e inteligencia para ofrecernos esa paz social que tanto anhelamos.

Sin embargo, contrario a ese preciado anhelo, hoy los mexicanos enfrascados en el tema de las elecciones, cabalgamos en el lomo de esa bestia indomable de mil cabezas llamada violencia.

Violencia física y descarnada, reflejada ya en múltiples asesinatos de candidatos y actores de la vida política de México, pero también violencia verbal y mediática, utilizando como herramienta los medios de comunicación electrónicos y escritos para ofendernos unos a otros.

Violencia no sólo está desatada entre los candidatos interesados, sino entre los integrantes de la sociedad misma.

Una violencia que no sabe interpretar la palabra democracia, con sus apéndices de la civilidad, la tolerancia y el diálogo abierto, serio y constructivo.

Una violencia que arrastra en esta vorágine de la lucha electoral tanto a los ilustres intelectuales, a los académicos, empresarios, analistas políticos, estudiantes, periodistas y, por supuesto, a toda la red social de nuestros pueblos. 

Nadie parece escapar a la carrera del encono, la diatriba, la intolerancia, el radicalismo a ultranza, cuyo destino será la punta de la hebra, como lo es el odio… Sí, el odio. ese sentimiento que mata al hombre y su palabra.

Insisto, es triste, pero real el reconocer que hacia ese destino del odio pareciera llevarnos ésta confrontación política, cuya meta final debiera ser el próximo 1 de julio de este 2018, pero que desgraciadamente amenaza con prolongarse más allá de esa fecha para desfogar en la maldita violencia de la que tanto nos quejamos.

Sí, la violencia de la que nos quejamos tan amargamente, pero con la que al parecer nos proponemos hacer alianzas en aras de defender esa causa política con la que simpatizamos y que hemos decidido enarbolar.

Algo se debiera hacer por la reconquista de la madurez, la cordura y el buen entendimiento social… Que así sea, por Sinaloa y por México.

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