Icono Sección

Opinión

Sabiduría en la regeneración

Ad Honorem.

Esta época marca una de las situaciones más desdichadas en los anuarios del mundo. En el inicio de una nueva etapa, somos testigos tristes de la historia.

Nos correspondió estar presentes en importantes sucesos, verlos; mirarnos y sostenernos frente a ellos. Hemos permanecido...buscamos reinventar un lugar en el curso del tiempo, -de este, nuestro tiempo-. Adquirimos conciencia del “taedium vital”, el tedio vital, que se adentró en la monotonía y ensombreció el ánimo, pero no apagó la capacidad de respuesta para recobrar las cosas.

En estos meses de preocupación, sobrellevamos la fatiga más larga de la vida. El mal humor se mantuvo dentro de ciertos límites. Claro que, por las oscilaciones de los ánimos, la exigencia de nuestra mente, de nuestros cuerpos, es recuperar el equilibrio. Lo principal es la voluntad de que las cosas se restablezcan. Unir las piezas rotas, de ser posible.

Quedaron socavados hábitos y conductas; se debilitaron patrones sistémicos; se derrumbaron estructuras institucionales y económicas.

Interpretamos los acontecimientos como la esencia originaria del nacimiento de una nueva época. ¿Alguien duda que hemos dejado atrás la era del cambio, por el cambio de era?

En México y los países de America latina, la pandemia llegó dos meses y medio después que en Asia; y un mes y medio después de Europa, Estados Unidos y Canadá. En las naciones de esos continentes y en las de Norteamérica, continúa, de manera segmentada y diferenciada, con estrictas medidas de seguridad y verdaderos controles sanitarios, la escalada en la apertura de las actividades públicas y particulares. 

En nuestro país, el gobierno autorizó, a partir del 1 de junio, en el momento más álgido de la enfermedad, la reapertura de actividades. Tan increíble como irresponsable. Sí, en plena alza de la epidemia. Los indicadores son alarmantes a nivel nacional; en la mayor parte de las entidades federativas, -por cierto, algunos gobiernos estatales, con argumentos, inteligencia y solidez, han anticipados medidas preventivas y apoyos; además, se han opuesto, al manejo erróneo centralista del problema-, las cifras son dramáticas, con el añadido de datos falsos que dan a conocer la autoridades.

Tuvimos una ingeniosa respuesta mexicana a la enfermedad: sacamos de la chistera la simulación para mostrar al mundo el surrealismo de la pandemia.

Quienes encabezan el gobierno, los responsables del sector salud, han confundido a los ciudadanos -ellos mismos siguen confundidos-; y lo peor es que han mentido a la población. Lo hicieron desde que se tuvo conocimiento de la pandemia. Los mensajes y las decisiones del gobierno han ido de lo grotesco a lo impertinente. La falta de seriedad e incongruencia, son el común denominador. Desde el inicio, la estrategia sanitaria fue ambigua; se desestimó el conocimiento de destacados médicos nacionales y extranjeros, así como la experiencia de los países que están en fases más adelantadas. Esto no tiene que ver con los valientes que están en el campo de batalla: médicos, doctoras, enfermeras y demás personal sanitarista, de quienes hemos homenajeado su gallardía y ejemplo. 

Lo inverosímil de la actuación pública llega a lo patético. Son ínfimas las pruebas de detección a la población, están monopolizadas; no existe control de zonas de riesgo; no hay seguimiento de enfermos, tampoco focalización; ni existe base de datos, ni monitoreo a los habitantes. Estas medidas son esenciales para identificar el universo a tratar; para saber la realidad, evitar la propagación, atender integralmente el problema e impulsar la escalada productiva y las demás tareas. 

El valor fundamental es la salud de las personas. Es inconveniente asociar salud con economía. Conciliar ambas, en condiciones de prioridad epidemiológica, de colapso productivo y de apremio en la movilidad económica y social: es un acertijo inadecuado. ¿Qué persiguen los gobiernos al reiniciar, sin un programa maestro integral, con gran descuido, el conjunto de actividades productivas y sociales? En este mal de la vida, la meta es un engaño.

El ciclo existencial renace constantemente, cobra su frecuencia. Surgirán muchas cosas extrañas, nos distanciaremos de lo perturbador. Lo ocurrido son alteraciones, contra las que gradualmente se tendrá que mostrar firmeza.

¡Habremos de estar en guardia! ¡Cada quien en sus puestos!   

En la reconstrucción la confianza en la respuesta y su capacidad nos incluye.  ¡Claro, requiere de todos!, ¡Que predomine la suma de lo mejor, la resiliencia! En la vida social y comunitaria, en la dinámica pública y privada, la regeneración debe fincarse sobre bases sociales de acción concertada.  Los caminos del bien colectivo son estrechos, siempre hay complicaciones.

Si aprendimos algo en estos meses, es hora de que aflore esa sabiduría. En el Olimpo de la Grecia mitológica, en la morada de los dioses y diosas, se contempla a una deidad que, aunque rodeada de alegría y movimiento, se mantiene firme; lleva siempre una capa de correo, el égida -su escudo indestructible- porta el casco en la cabeza y la lanza en la mano: Atenea la diosa de la sabiduría y la reflexión, en sus distintas formas y manifestaciones.

Aprendimos de la lección. Cierta esencia de sabiduría quedó guardada en nosotros. La virtud de la gente se renueva y enriquece. Aún hay mucho que asimilar y mucho que ofrecer.

¡Qué mejor si la fuerza e inteligencia son acciones condescendientes para la regeneración! ¡Sabiduría para la nueva era!

MÁS DE Alger Uriarte Zazueta