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Opinión

Política mexicana: el juego más perverso

En Voz Alta.

“La política es decir mentiras con la apariencia de verdades, o viceversa, verdades con la inocente forma de mentiras”.

Andrés Serra Rojas

Intentar realizar un breve, pero, significativo análisis de la política mexicana. No es una tarea que resulte menor, sino todo lo contrario, es amplísima y compleja, por el universo de elementos que en ella convergen; un sinnúmero de referencias históricas, culturales, sociales y económicas, qué, además de ser necesarias, resultan obligadas. 

Desde luego que, a través de estas breves líneas no pretendo desnudar, si me lo permite la expresión, a los muchos elementos que la componen, pero, me parece necesario el esfuerzo por generar un pensamiento crítico que nos permitan observar de manera objetiva a la política mexicana, particularmente a los comportamientos que adoptan la mayoría de sus militantes.

Como lo habrán advertido en colaboraciones anteriores, siempre he sostenido que generalizar es un error y, esta vez, no será la excepción. 

Además, de las otroras aportaciones, he evidenciado mi gusto por la materia electoral; les comparto que, en esta ocasión, decidí hacer especial referencia a las conductas que adoptan la mayoría de la clase política de nuestro país, toda vez que, en gran medida, sus actos y omisiones han permitido la construcción de frases elaboradas como: “es un asco la política”, “es el arte de comer caca sin hacer gestos”, “en política no hay amigos ni compañeros, ni lealtades, sólo son intereses creados”, o bien, quienes han participado de manera activa en política y dejan de hacerlo, aseguran haber tomado la mejor decisión.

Los párrafos inmediatos siguientes, son parte de una serie de acontecimientos personales que me permiten compartirles lo siguiente, es decir, no recojo evidencias o estadísticas que fortalezcan o desvirtúen mi ideología, luego entonces, esto, nos servirá de apoyo para que usted, amable lector, se genere una pequeña idea, de la política mexicana y las particularidades que ella goza. 

Léase de manera literal. ¿Amigos? Todos, ¿compañeros? Todos, ¿enemigos? Todos, ¿lealtades? Ninguna; ¿amigos? Con los dedos de la mano, ¿compañeros? Un poco menos, ¿enemigos? No lo dicen, pero, te observan y esperan que cometas un error, ¿lealtades? Casi ninguna; ¿amigos? En las buenas, ¿compañeros? Casi siempre, ¿enemigos? Hasta que compiten por el mismo cargo, ¿lealtades? Cuando son necesarias; ¿amigos? Sólo en este momento, ¿compañeros? Sólo en ocasiones especiales, ¿enemigos? Después del caluroso abrazo, ¿lealtades? Cuando se ocupa un cargo de elección popular. 

El número de supuestos no conoce de límites, podríamos generar más escenarios, todo dependerá de la calidad, profesionalismo, compromiso y ética personal del sujeto con el que se interactúe. Insisto, no todos adoptan los mismos comportamientos. 

El excongresista colombiano, Pablo Emilio Escobar Gaviria dijo, (cito): “Me sobra quien me odie, pero, nunca me falta quien me quiera. La gente real no tiene muchos amigos, solo conoce mucha gente y ya”. 

Pareciera que la clase política de México ha construido un diseño “institucional”, que no podría entenderse sin la ausencia de verdades, esto es, mentiras, pues son precisamente éstas, las que sostienen los comportamientos erróneos, en mi opinión, de la mayoría de los políticos mexicanos; lamentablemente, somos parte de un paraíso de verdades y estamos en el infierno de las mentiras.

Muchos hemos olvidado los valores y principios que conducen a una armonía social, el respeto a las ideas de los demás; las sinceras amistades; tolerancia al prójimo; igualdad entre nuestros pares; fraternidad para nuestros connacionales, entre otros. 

No obstante, los jóvenes nunca hemos sido ajenos a la política, lo cierto es que existen actos al interior de los Institutos Políticos, que pareciera invitarnos a alejarnos de los mismos, olvidándonos de una eventual militancia activa; sin embargo, nuestra voz crítica que se hace presente en las aulas, en movilizaciones extramuros, nos legitima como sector importante de la población.

Información que obra en el Instituto Nacional Electoral, en el país existen treinta y siete millones quinientos cuatro mil trescientos noventa y nueve jóvenes mexicanos, los que conformamos el 40% del padrón electoral en México. No es una cosa menor. Pero, entonces, ¿qué debemos hacer? ¿intentar erradicar esas conductas o continuar copiándolas?

Me tomaré la libertad de ser la voz de muchos jóvenes que están apostándole que, por nuestro conducto, habremos de realizar aportaciones significativas al quehacer político, no importa el espacio o lugar que se ocupe, siempre habrá un joven talentoso y valioso intentando hacer actos que conduzcan a una armonía social eficaz; ayudarnos como generación juvenil es una decisión personal, pero, de no hacerlo, estaríamos repitiendo lo que en distintas ocasiones hemos señalado como errores. ¡Es momento de creérnosla! Sepámonos como aquellos agentes del cambio significativo, en nosotros, recae esa alta responsabilidad, no la desaprovechemos.

Por otro lado, reconocemos lo valioso que resulta una voz guía, que nos sugiera qué camino debemos tomar, las experiencias de las personas adultas son tan necesarias como la energía de las y los jóvenes, creemos que, con ellos, lograremos alcanzar el anhelado estado de derecho.

Alejémonos de los egos, que muy poco contribuyen, construyamos lazos sinceros que nos distingan como una real generación de cambio, no sólo en las palabras, sino en nuestras acciones. Insisto, no importa el espacio o lugar que se ocupe, entreguemos lo mejor de nosotros, ¡los jóvenes! ¡Fuerzas políticas son muchas, México sólo es uno!

No olvidemos que los jóvenes no somos el futuro de México, somos el presente, con el firme compromiso de escribir un futuro mejor, para no vivir en el país que nos han heredado, hacerlo en el que nosotros construyamos. 

Están todas y todos invitados a leer, aunque no escriba para nadie.