Icono Sección

Opinión

Pedro Calderón

Así lo viví.

Del maletón de la recordación, topé con esta instantánea que tiene una cotización de especial remembranza. 

Pedro Calderón, el excelso cantautor de nuestras ilusiones, inconformidades y ambiciones, vivió los últimos años de su vida en El Rosario, donde fundó el Centro Rosarense de las Bellas Artes, escuela de altos estudios musicales, sembrando un árbol de profundas raíces y cuyos frutos los derramó en esta casi 4 veces secular Ciudad Asilo de El Rosario, Sinaloa.

Aquí apuntaló lo mas caro de su pensamiento rebelde y reafirmó la profundidad de su recia filosofía creativa que hicieron de él, el último Mohicano de nuestra generación.

Su personalidad irradiaba una sensación de reflexión sentimentalismo e intuición.

Su mirada taladrante era capaz de captar y pautar, al instante, sentimientos, actitudes y momentos, en una canción divergente de los trazos comunes del simplismo, monotonía y vacíos de las voces, letras y melodías que hoy se escuchan.

Su categoría de amigo era sublime, cuya intensidad se expresaba al saludarlo, pero mas al despedirse. 

"Gusto de verte, hermano". 

Un fuerte apretón de manos. 

Era una alegoría el encontrarlo.  

Yo recuerdo que su voz era  majestuosa y le decía que conjugaba la de contratenor, tenor, barítono o bajo en una misma lumbrera. 

Me miraba y luego se reía. En la foto inaugurando un torneo de ajedrez y al centro mi padre, Ubaldo Luna Aguilar, que impartía clases de solfeo en esa institución. 

Ambos sembraron y cultivaron una amistad con una acentuada convergencia en el arte de las musas. 

La música fue para los dos su vida y pasión.