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Opinión

Mini partidos y coaliciones

Fórmula Legislativa.

El pasado jueves 14 iniciaron en el plano federal las precampañas de los partidos políticos, con tres precandidatos a la Presidencia de la República: Andrés Manuel López Obrador, por la alianza entre Morena, PT y PES; José Antonio Meade Kuribreña del PRI-PVEM-Panal; y Ricardo Anaya Cortés, por la coalición “Por México al Frente”, formada por el PAN, PRD y MC.

Para completar el conjunto de opciones que tendremos para elegir al sustituto de Enrique Peña Nieto el 1º de julio del próximo año, solo falta que a más tardar el 19 de febrero se defina quienes de los 40 aspirantes a candidatos independientes lograrán recabar la cantidad de firmas exigida por la ley. 

Recuerde usted que el plazo original vencía el día 12 de ese mes, pero debido a las dificultades que presentó la aplicación informática de uso obligatorio, el Consejo General del INE otorgó a todos los aspirantes siete días más, durante los cuales podrán recabar el apoyo ciudadano mediante cédula impresa en 283 municipios de muy alta marginación, en los que la señal de internet es débil o definitivamente nula.

Cada una de las tres coaliciones arriba mencionadas realizaron el registro de un solo precandidato, por lo que las cartas están echadas; las precampañas son en realidad el mero cumplimiento de una formalidad legal, pues realmente se estarán exponiendo los personajes como si estuvieran en campaña. Por ejemplo, el planteamiento en esta etapa de una propuesta de Gabinete, implica en la práctica un ofrecimiento que debería reservarse al menos hasta el 21 de abril, fecha en que iniciará el período de campaña.

En tales condiciones es un eufemismo llamar precandidatos a los que no tienen un solo obstáculo para ser designados como candidatos, y designar precampaña a un período del proceso electoral en el que no existen contiendas internas en los partidos políticos. 

El hecho de que ningún partido vaya solo con su propio candidato, nos pone de manifiesto que en México solo existen tres fuerzas políticas reales y electoralmente rentables, y que seis mini-partidos –calificados así por el ínfimo porcentaje de preferencia ciudadana que atraen- no tienen razón de existir, sobre todo si se considera el alto costo de nuestro sistema electoral, además de su falta de identidad ideológica que les permite navegar con la corriente y hacia donde soplen los vientos electorales del momento, pero no incrementar sus índices de votación.

Antes de la reforma político electoral de 2014, el régimen legal de las coaliciones servía como eficiente ventilador para dar respiración artificial a estos partidos rémora, porque se permitía que a través de convenios se negociara con la voluntad popular. 

Al disponerse en la nueva legislación que cada partido coaligado contabilizaría únicamente los votos emitidos en su favor, para efecto de mantener su registro y recibir el financiamiento público, y al prohibirse la transferencia de votos entre unos y otros, pensamos que había llegado el fin de los mini-partidos, lo cual no afectaría en forma alguna al sistema democrático, pues éstos solo son útiles a los partidos de mayor votación con los que se coaligan.

Pero la realidad nos golpea otra vez en la cara, pues las autoridades electorales no están facultadas ni son capaces de evitar los manejos que se realizan para que una parte de la militancia de un partido grande sufrague por las siglas de sus coaligados. En otras palabras, el respirador artificial continúa funcionando en perjuicio de la ciudadanía, pues solo se redujo su tamaño para que no sea visible en forma evidente.  

Por eso ya hay voces que piden la eliminación de las coaliciones o, en su defecto, la elevación del porcentaje mínimo que un partido requiere para obtener y mantener su registro. Habría que añadir que debería encomendarse a la autoridad electoral en una forma más clara que la actual, la revisión y depuración de los padrones de militantes, estableciendo como consecuencia el procedimiento oficioso para la cancelación del registro de aquellos partidos cuyo padrón de militantes no sea igual a la cantidad de votos necesarios para conservarlo. 

De igual manera puede establecerse que aquellos partidos que no obtengan un determinado porcentaje de la votación, no podrán coaligarse, como actualmente se dispone para los partidos de nueva creación.

Y no se trata de desaparecer a todos los partidos, porque queramos o no son necesarios para transitar en el espacio democrático, de lo que se trata es de poner frenos, generar equilibrios y contrapesos.  

Desafortunadamente el espacio legislativo pertenece casi en su totalidad a los partidos políticos, y éstos legislan a su conveniencia. Este es un círculo vicioso de nuestra democracia, que solo puede ser roto por partidos democráticos y, como dijera el más famoso histrión mexicano, “allí está el detalle”. Solo la figura de los candidatos ciudadanos auténticos podría acercarse a esta quimera, pero por lo menos en lo que a la elección para la Presidencia de la República se refiere, las candidaturas independientes parecen haber sido secuestradas por militantes inconformes de los partidos políticos. 

Para muestra están los aspirantes que más firmas de apoyo han recabado hasta el momento: Jaime Rodríguez “El Bronco”, expriista; Margarita Zavala, expanista; y Armando Ríos Piter, experredista.

A la mitad del plazo para recabar firmas, aspirantes como Pedro Ferriz De Con alcanzan apenas el 5% del objetivo, en tanto que cuatro de los aspirantes no tienen contabilizada una sola firma de apoyo.


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