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Opinión

Meade: dos compromisos estratégicos

Luces y Sombras.

José Antonio Meade ha asumido dos compromisos torales: el combate a la pobreza y la lucha contra la corrupción y la impunidad. El discurso de Pachuca, Hidalgo, dibujó el enfoque integral del combate a la pobreza extrema, al asumir como metas estratégicas que niños y niñas reciban salud al nacer, sus familias cuenten con vivienda digna, alimentación adecuada y suficiente, y educación oportuna y continua; comprometiéndose a que nadie nazca en pobreza extrema.

El otro gran compromiso fue hecho en La Paz, Baja California Sur, con la autonomía e imparcialidad del Sistema Nacional Anticorrupción, una de las más sentidas exigencias populares.

Celebro que quien busca ser Presiden- te de la República coloque como blancos prioritarios a la pobreza, a la corrupción y a la impunidad; porque habida cuenta de su conocimiento y dominio de las variables económicas y financieras, los compromisos asumidos significan que se encontrarán los recursos indispensables y el cómo se vencerán los rezagos en estos temas.

Meade Kuribreña urgió a todos los partidos políticos a aprobar las designaciones pendientes que se refieren a los fiscales. Todo ello implica un deslinde de los corruptos, de ayer y hoy; significa, asimismo, una visión innovadora y de largo alcance para el combate efectivo de fenómenos que violentan el estado de derecho y mantienen sumidos en el hartazgo y la decepción a la gran mayoría de las y los mexicanos.

José Antonio Meade no es demagogo, y por eso no está prometiendo que desde el momento en que asuma la Presidencia se acabarán la pobreza extrema, la corrupción y la impunidad; en cambio, sí se compromete a encabezar, personal e institucionalmente, el combate, de manera más eficiente, a estas calamidades públicas.

La propuesta se sustenta en que para acabar con la corrupción y la impunidad necesitamos construir instituciones, como vía responsable; más allá de ocurrencias de atracción mediática que signifiquen perdones para la delincuencia.

Resulta muy grato reconocer que líderes jóvenes, como Meade a nivel nacional y Mikel Arriola en la Ciudad de México, destacados por su sólida preparación en los ámbitos de las leyes, la economía y las finanzas públicas, tengan sensibilidad, capacidad y habilidades, para atender los fines sociales más nobles y urgentes.

José Antonio Meade y Mikel Arriola están aportando signos y elementos de un discurso en construcción que retoma los principios de la justicia social y de la honestidad, y los arropan con imaginación y habilidad técnica, en una visión integral digna de encomio.

El discurso de Meade sobre pobreza, corrupción e impunidad fue contundente, y los compromisos contraídos evidencian que su precampaña despegó y ya empieza a tomar velocidad de crucero.

Mikel, por su parte, continúa luchando, como gladiador invencible, en defensa de la CDMX, a la que le urge un cambio para que las cosas mejoren. Ambos van hermanados por la victoria.

En una segunda etapa habrán de ocuparse de subir el tono, precisar las propuestas que los distingan de sus oponentes e ir a la vanguardia, definiendo la agenda política, más que contestar ataques y diatribas de sus adversarios.

La trayectoria y la experiencia deben ser mostradas en todo momento, para convencer al electorado. Se impone asumir liderazgos que prefiguren cómo vamos a mejorar el sistema mexicano actual en todos los órdenes.