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Opinión

Lecciones del presupuesto

Fórmula Legislativa.

“No desgasta el poder; lo que desgasta es no tenerlo”: Giulio Andreotti.

Luego de un accidentado proceso que se extendió por todo un mes, finalmente se aprobó el presupuesto de egresos del Estado para el ejercicio fiscal que ya está en Marcha. Para lograrlo, cada uno de los actores cedió lo cedible y defendió lo defendible; sigue ahora que tanto los actores institucionales como los individuales realicen su análisis, y más allá de un balance de pérdidas y ganancias, extraigan las conclusiones y enseñanzas políticas de su participación, de frente al futuro.

El ejercicio fue inédito en Sinaloa y puso a prueba el conjunto de disposiciones constitucionales y legales que se aplican en esta materia, evidenciando sus debilidades y la necesidad de su adecuación a la nueva circunstancia política estatal.

Por primera vez en una aprobación presupuestal, ambos Poderes involucrados ejercieron las facultades que la Constitución les confiere; uno para hacer modificaciones a la iniciativa y el otro para regresar el Decreto con observaciones. El ejercicio de uno y otro lado no estuvo exento de excesos que adoptaron la forma de adjetivaciones innecesarias que, afortunadamente, fueron superadas con madurez y responsabilidad.  

El Gobernador, pese a haber intentado su primer acercamiento con el Congreso bajo las formas tradicionales, tuvo la sensibilidad para entender que existen condiciones inéditas, y que éstas exigen formas novedosas de relación, que privilegien el respeto absoluto al principio de división de poderes, para que cada uno sea libre en su propio espacio.

El Congreso se abrió al diálogo y con él la mayoría parlamentaria, que mostró oficio y seriedad, propiciando el ejercicio conjunto de un principio más importante para la democracia, el de una sana colaboración entre Poderes en beneficio del Estado.

Institucionalmente, tanto el Ejecutivo como el Congreso evitaron un desgaste político mayor, que de haberse permitido hubiera afectado sensiblemente la gobernabilidad. Las oposiciones jugaron su papel y a la postre abonaron para que se lograra una unanimidad distinta de las que hasta hace poco se forjaban, lo que la convierte en un hecho histórico.

Mucho se habló el 31 de diciembre pasado de una división del grupo mayoritario, a raíz de que tres de sus integrantes se aliaron a la oposición para defender la postura del Gobernador, e incluso para reventar la sesión abandonándola, y amenazando con sumarse a la acción de inconstitucionalidad anunciada por el coordinador del grupo priista. Igual se habló de los supuestos motivos, centrándolos en una muy temprana lucha por la candidatura a gobernador en 2021, previo control de la dirigencia local de su partido. Como cabezas de esa lucha de facciones se identificó a la diputada federal Merary Villegas, por una parte, y al senador Rubén Rocha, por la otra, lo que no ha pasado de ser mera especulación.

La sola presunción de divisionismo debe ser motivo para la reflexión interna y para esforzarse todos en la reconquista de la unidad, un elemento muy difícil de lograr cuando hay inexperiencia política, cuando no existe claridad en los objetivos superiores del movimiento, pero sobre todo cuando no hay un elemento amalgamador de los intereses de cada integrante del grupo, como es la existencia de una dirigencia partidista a la que puedan y deban disciplinarse.

Y no la hay porque por mucho que Morena haya obtenido su registro como partido y que con esas siglas se haya logrado el triunfo, no puede negarse que el acceso a la Presidencia de la República fue por obra y gracia de su líder moral (Merary dixit), y no se debió a la existencia de una militancia comprometida, estructurada, organizada y consciente de los objetivos presentes y futuros.

Antes de la elección de julio Morena era partido solo por su registro oficial, como sigue siéndolo aún. Más que partido, el Movimiento de Regeneración Nacional sigue siendo eso, un movimiento social, un conjunto de pequeñas acciones individuales o colectivas que en su origen estuvieron aisladas entre sí, porque cada una se encontraba en busca de objetivos limitados al interés de un pequeño sector, que no era común a todos ellos.

Los movimientos sociales, como afirma Elizabeth Jelin en “Los movimientos sociales ante la crisis”. Buenos Aires, UNU/CLACSO/IISUNAM, 1986), son “acciones colectivas con alta participación de base que utilizan canales no institucionalizados y que, al mismo tiempo que van elaborando sus demandas, van encontrando formas de acción para expresarlas y se van constituyendo en sujetos colectivos, es decir, reconociéndose como grupo o categoría social.”

A diferencia de los partidos políticos que son organizaciones estables, con una estructura permanente y con el objetivo primordial de conquistar, ejercer y mantener el Poder, los movimientos sociales no son puntos fijos de la sociedad, son alianzas muchas veces inesperadas, que se hacen y rehacen de múltiples formas, basadas siempre en intereses coyunturales.

Como sucedió con Morena, los movimientos sociales que persiguen un cambio profundo de la sociedad se unifican en un contexto de desencanto, porque tienen en común la resistencia y la protesta social; son movimientos dispersos que se aglutinan en torno al hastío ciudadano respecto al statu quo y la lucha contra la corrupción, siempre enfrentan al Estado, a las instituciones que representan ese statu quo; y solo eventualmente logran el acceso al Poder.

Por eso, si en Morena no se genera conciencia de que su líder requiere de un apoyo organizado, no difuso, si no identifican claramente la necesidad de consolidar el logro mediante la creación de una estructura partidista, no tendrán posibilidad alguna de trascender y de hacer realidad el cambio, la eliminación o el control de la corrupción, el abuso de poder y la erradicación de todos los vicios del sistema que por separado combatieron. Si se sigue pensando en función del “ya ganamos”, el movimiento no tendrá futuro. Es preferible preguntarse ¿que nos falta? y actuar en consecuencia. Hay que trabajar mucho, más en serio y más profundo.