La verdad de la mentira

¿Qué pasa sí te digo que todos te han mentido alguna vez? Tus padres, tus hermanos, tus amigos, tu pareja, la persona en quien más confias…

¿Qué me respondes si te pregunto si alguna vez tú has mentido?

La mentira, la madre de tantos males, de tantas desdichas, decepciones y corazones rotos, es aquella afirmación que haces a conciencia de que no es verdad, esperando además que otros la crean y en muchas ocasiones esto implica hacer uso de todo tipo de recursos para persuadir y convencer a otros de tu mentira.

Es justo decir que todos mienten, algunos con palabras, otros con la mirada, los gestos, el cuerpo, con acciones y… algunos más con todas las anteriores.

Pero ¿Por qué y para qué mentir?

Hoy en día ya se miente por habito, manipulamos la verdad, hablamos a medias tintas y nos justificamos en mentiras piadosas. Porque lamentablemente en un mundo lleno de mentiras, ya las hemos empezado a ver como un mal necesario, como algo detrás de lo cual podemos protegernos, conservar cierta imagen y ser cierto tipo de persona, aunque esta no sea para nada la realidad.

¿Realmente vale la pena mentir? Para quedar bien, fingir algo que no eres, inventar cosas que no existen, sólo por miedo de decir la verdad y enfrentar las consecuencias de la honestidad.

Sin dejar de lado que hay quienes mienten con las finas intenciones de causar daño en otras personas, lo cual es aún más rechazable.

Todos exigimos día a día la verdad, a los políticos, a los medios de comunicación, a las empresas y a todos quienes nos rodean. Nos ofende recibir la mentira, descubrir que fuimos engañados, pero nos sentimos orgullosos e inteligentes cuando alguien cae perfectamente en nuestras mentiras sin ser descubiertos, ¿No es esto hipocresía?

Y ni hablar, frente al hecho que hasta para mentirnos a nosotros mismos resultamos ser tan buenos.

Ir por el mundo siendo desleal con todos y contigo mismo, nunca acabará bien. Las mentiras de todo tipo al final terminan por doler mucho más que la verdad.

Una mentira, una sola, separa lazos en un instante, destruye familias enteras, acaba con toda credibilidad y confianza, arruina aún más cualquier imagen, corrompe a quien la dice y decepciona a quien sin esperarlo la recibe, al final quien pierde más es quien se llena la boca de mentiras.

A pesar de que ser sincero cueste más trabajo, del dolor aparente que pueda causar y de aquellos que con la verdad se ofenden fácilmente, espero que de hoy en adelante, no te falte el valor necesario para decir la verdad siempre.