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Opinión

La sandía, la silla y el ranchero

Punta de Lanza.

04/29/2018

La sandía había sido cortada en su punto óptimo de maduración. Rojo era su corazón y su dulzura me estaba transportando por la ruta de los sabores donde se ubican las delicias.

Mi paladar y glándulas salivales disfrutaban al momento con cada trozo de la fruta que penetraba a esa oquedad propia de mi fisionomía, llamada boca.

En pocas palabras, y tratando de ser menos “mamón”, pero asumiendo una expresión de corte  coloquial, diría entonces que me estaba chingando un pedazo de sandía.

Sentado en una vieja silla de madera, cuya vaqueta estaba ya rota quizá por los estragos del largo tiempo expuesta a la intemperie en aquel viejo y abandonado rancho…  Una silla maltratada quizá por las múltiples asentaderas de labriegos y camaradas perpetuos de la “güevonada” que de ella habrían hecho su aposento..

Y ahí me encontraba, saboreando la jugosa pulpa de la Citrullus Lanatus, (nombre científico de la sandía), sentado, como ya dije, en aquella desvencijada silla y bajo las ramas de un frondoso árbol de tamarindo.

El canto de algunos pajarillos, de esos que han podido escapar a la ira de los  insensibles depredadores que han acabado casi con la totalidad de la flora y la fauna silvestre de nuestro entorno, fue roto repentinamente por el dueño de aquel predio en que habíamos acampado, y anfitrión del convivio campirano.

¿Así que usted es periodista de esos que hablan de los mitotes de la política en la radio y en los periódicos?. La pregunta del ranchero fue a rajatabla, sin preámbulo alguno y sin mucho protocolo.

“Así es amigo, ahí andamos en esas labores propias de nuestra actividad”, respondí al personaje de marras.

Con un aire que según mi interpretación, se movía entre la ironía, el sarcasmo y la curiosidad, el campesino soltó otra especie de “petardito” corporal. ¿Y en eso de las elecciones pa’ Presidente de México, usted a quien le va?.

Sin darle tiempo a mi respuesta, prosiguió el hombre con una especie de sonrisita que se dibujaba en la comisura izquierda de su labio inferior.

“Me gusta pa´ que se le mueva la cobija por los del PRI o del PAN”, soltó el viejo.

Sonreí; “No amigo, aunque tengo mis preferencias políticas, en la tarea periodística hago lo posible por opinar de manera imparcial y apegado a la realidad que percibo”.

Pero, periodista al fin, tras observar el interés mostrado por aquel hombre del campo con respecto al tema de la política, no pude desaprovechar la oportunidad que se me presentaba para recoger la impresión de un ciudadano, puro, auténtico, franco, sincero y sobre todo, aparentemente alejado de los intereses o influencias de terceras personas. Claro, eso creí yo en esos momentos.

¿Y usted amigo, si se puede saber, a cuál de los candidatos a la Presidencia de la República le va entregar su voto?, pregunté.

El campirano sonrió y bajó la vista hacia el suelo seco y árido que rascaba con una vara que había arrancado de algún arbusto.

“Mi voto es secreto” respondió sin dejar su media sonrisa, pero dejando entrever que a pesar de ser un hombre aparentemente alejado de la burbuja social y política propias de las grandes ciudades, no era un ignorante de los derechos ciudadanos.

“Bueno, es cierto, pero yo solo quería saber lo que usted piensa de los que aspiran a ser el nuevo Presidente de México”, insistí.

Entonces, para mi sorpresa el humilde hombre de campo, respondió dejando ver no solo su interés por los aspectos que envuelven el espectro electoral del momento, sino también de estar muy bien enterado y documentado.

Mire, dijo, a mí siempre me ha gustado mucho el futbol, razón por la que éstas elecciones me han llamado mucho la atención.

Enseguida aclaró. “Es que el parecido entre ese deporte y la política, es muy grande en estos momentos”

Y expuso el campesino su interpretación... Y mire si no… En el futbol existen varios equipos que aspiran a convertirse en los campeones de México. (Los partidos políticos).

Y agrega el hombre; “Los equipos los integran grupos selectos de jugadores, quienes son los que lucharán por conseguir el objetivo. (Los candidatos).

Se cuenta con un director técnico que los dirige y trata de llevar a la victoria y desde luego al objetivo de alcanzar la corona anhelada”. (Líder del partido).

“Los jugadores que pelean la copa de campeones, son admirados, impulsados, y motivados por sus seguidores y fanáticos quienes vitorean hasta el delirio cada jugada exitosa convirtiéndolos en sus ídolos”. (Simpatizantes de los candidatos).

Los competidores de cada equipo se disputan deportivamente el triunfo, pegándose en la trifulca golpes y severos empujones, pero suelen ser sancionados por un árbitro que vigila que nadie se salga de las reglas establecidas. (El INE).

Durante la competencia, y tras golpearse en las jugadas, los deportistas suelen darse la mano para que el lastimado se reincorpore y pueda seguir en la contienda sin mayores problemas. (Práctica de la ortodoxia política).

Pero mientras todo esto ocurre en la cancha de las confrontaciones deportivas, en las gradas, y desde los hogares y la calle misma, el público seguidor de cada uno de los equipos se emociona, se apasiona y se ilusiona con la copa de campeones, no obstante saber que esa copa solo traerá beneficios a los verdaderos ganadores que son por supuesto los jugadores y sus promotores. (Los fanáticos)

“CONCLUSIÓN… En la política es la misma mi estimado amigo”, me arenga el camarada… Un puñado de cabrones  busca la corona, (el poder) para beneficio propio y de sus cercanos en afectos, mientras en la calle miles y millones de hombres y mujeres fanatizados por algunos de los contendientes se gritan, se ofenden, se desgarran las vestiduras, se golpean y hasta se matan por defender a quien ellos consideran debe ser “el campeón”… Lo triste es que el hombre por quien se muestran dispuestos a morir en la raya, no sabe tan siquiera de su existencia en éste mundo.

“Sí mi amigo, es bueno participar y definir el voto ciudadano por quien tu consideres pueda ser el mejor para gobernar nuestro País, bajo la premisa de un razonamiento serio y maduro, pero alejado siempre de la sola posibilidad de perder un amigo, un vecino, un simple camarada, y mucho menos un familiar por cuestiones de la político- electoral.

La verdad sea dicha, el hombre del rancho me dio una lección en materia política… Gracias por su sabiduría y sus conceptos mi amigo, le dije… ¿Gusta un pedazo de sandía?... ”Gracias”, respondió, “me hace daño, hace rato me comí un pescado”… Y soltó otra vez la risita irónica.


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