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Opinión

Independencia Emocional

Pensándolo bien.

Raquel Aldana, psicóloga española, nos dice: Aprende a proteger tu independencia emocional

La esclavitud o dependencia emocional es ese vínculo obsesivo con otra persona que nos lleva a pensar o verbalizar expresiones como “Te necesito para ser feliz”. El amor idealizado, el amor que hemos aprendido a admirar es el amor de las películas de Disney, es el amor de las telenovelas, el amor de “muero por ti y tú por mí”. Pero la realidad es que no debemos morir por amor, debemos vivir amando, amándonos a nosotros mismos.

Wayne W. Dyer (EU), en una visión dependiente del amor, afirmaba que “En cualquier relación humana en la cual dos personas se convierten en una, el resultado será dos medias”. Pero he de decir que buscar tu media naranja es una tarea imposible o en buena parte complicada, pues no hay medias naranjas por el mundo. En el mundo hay naranjas enteras, naranjas que ruedan solas y que de vez en cuando se encuentran y se ponen a rodar juntas.

Walter Riso (Arg.) afirma constantemente que el apego corrompe; esta expresión no es sino la forma de decirnos que el apego excesivo, que la dependencia o el vínculo obsesivo con otra persona no nos va a permitir nunca ser nosotros mismos y sólo nos traerá sufrimiento.

Tu bienestar sólo depende de ti. No tienes dueño, tú eres el dueño de ti mismo. Es complicado entenderlo, pero no hay que confundir el amor con el enamoramiento. La sociedad y las personas dependientes están equivocadas.

En el amor no hay angustia ni mariposas ni entrega total; el amor no es ahogarse, no es sometimiento, no es sacrificio. El amor es tranquilo y no obsesivo, el amor es moderado, el amor es razón, deseo, amistad, cuidado y equilibrio. En el amor no hay temor y por eso merece la pena el cambio. (Hasta aquí Raquel Aldana).

Comentario de JPR:

El amor y el enamoramiento son fácilmente confundidos por los amantes que son profundamente felices en esa confusión y critican al resto de la sociedad por no entenderlos. Los amantes se sienten víctimas revolucionarias y triunfadoras en su lucha por “el amor verdadero”.

Por otra parte, nadie sabe si quien no haya pasado por ahí le faltaría ese pedazo de vida tan productora de felicidad, aunque fuera fallida…

Por supuesto que las parejas necesitan más tiempo que un simple enamoramiento para saber por qué duraron juntas y ese es un problema aún no resuelto a cabalidad por tan venerables psicólogos quienes los consideran equívocos por haber creído en ese amor del principio de la relación, ese apego, esa entrega, esa fantasía, donde una realidad ambivalente es capaz de transformarla en un amor familiar cuando bien les va o en una separación cuando no.

Por una parte, frente al matrimonio tenemos una complicidad ignorada por la represión social-cultural del instinto sexual proveniente del ya viejo establecimiento y, por otra parte, ante el mismo matrimonio se puede dar una revolución instintiva juvenil que no lo logre o bien termine aceptando una cotidianeidad no reconocida por las partes.

Mire usted, mientras la ambivalencia social-cultural subsista, la independencia emocional no pasará de ser un buen consejo.

¿Quiere usted saber a qué pareja le fue bien? Trate de encontrar un par de viejitos con familia y pregúnteles...   

Piénsele bien y seguiremos platicando.

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