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Opinión

Goebbels y la amenaza híbrida

“La política es el arte de engañar”: Nicolás Maquiavelo.

Hace unos días el senado de los Estados Unidos resolvió no iniciar juicio político (impeachment) para destituir al presidente de aquél país, acusado de haber aceptado y negociado la intervención de Rusia en el proceso de su elección, para lograr el triunfo frente a su oponente Hillary Clinton.

En México algunas voces se atrevieron a denunciar hechos similares durante el proceso electoral que llevó al poder a Andrés Manuel López Obrador, pero para la gran mayoría, incluido quien esto escribe, la acusación tenía visos de un falso  “conspiracionismo”, término que por supuesto no tiene aún lugar en el idioma español, pero para los mexicanos denota la teoría del complot, por lo que la idea fue desechada calificándola de artilugios descalificadores de campaña.

Sin embargo, el hecho de que en distintas partes del mundo se vengan presentando  simultáneamente cambios similares al nuestro, porque tienen características estratégicas comunes, motivó mi curiosidad por el tema. Navegando en internet pude encontrar conceptos de alguna forma novedosos que llamaron mi atención, como son los de guerra híbrida y amenaza híbrida, relacionados no solo con conflictos bélicos en su aspecto militar, sino con la competencia o guerra política.

Entre otros interesantes trabajos encontré en la página del Instituto Español de Estudios Estratégicos el titulado La amenaza híbrida: mitos, leyendas y realidades, autoría de Guillem Colom Piella, que expone las relaciones entre lo híbrido y la guerra política, las actividades de subversión, desestabilización y operaciones de información, contraponiendo la interpretación rusa y occidental de las actividades híbridas, lo que se antoja como una nueva versión de la guerra fría o la materialización de las películas de ciencia ficción cuyo protagonista pretende dominar al mundo.

Colom sostiene que actualmente lo híbrido está siendo utilizado por muchos think tanks, analistas especializados que asesoran a gobiernos y grandes corporaciones, así como por periodistas, académicos y políticos para describir las actividades que realiza el gobierno ruso para proyectar su influencia hacia el exterior. Entre las  actividades híbridas que a juicio del autor despliega el kremlin para debilitar y desmoralizar política, militar, económica o socialmente al adversario, la que mayor atención está recibiendo es el hype o hipérbole de la desinformación, que se orienta a la generación artificial de expectativas en torno de una persona, cuya imagen se construye a partir de la sobrevaloración de sus cualidades.

De aceptarse como cierta esta teoría habrá que decir que no es nada nuevo, pues esta hipérbole fue eficazmente utilizada por Paul Joseph Goebbels, Ministro para la Ilustración Pública y Propaganda de Adolfo Hitler, a quien se llegó a considerar como un genio de la comunicación por haber establecido y practicado once principios de la comunicación para lograr el control de la población.

El primero de esos principios se conoce como la simplificación o del enemigo único, que consiste en adoptar una idea central que se convierta en única y un símbolo también único, que ojalá en nuestro presente no sean la 4T y los adversarios.

Otro principio es el del método de contagio, que lleva a reunir diversos adversarios en una sola categoría, como puede ser el caso de los conservadores, que son la suma individualizada de los adversarios.

El principio de la transposición se materializa culpando a los adversarios, individualizados o en grupo, de los propios errores o defectos, y responder los ataques con ataques; es decir, ante la imposibilidad de negar las malas noticias se inventan otras que distraigan la atención, lo que en México conocemos como cortinas de humo.

La exageración y la desfiguración, integran otro principio que permite convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en una amenaza grave, como en su momento fue para nosotros la supuesta amenaza de golpe de Estado; en tanto que el principio de la vulgarización, implica que toda propaganda debe ser popular, adaptada en su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida; pues cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. Este principio se basa en el conocimiento perverso de que la capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa, en tanto que su memoria histórica y política inmediata es débil, por lo que la masa tiene una gran facilidad para olvidar.

El principio de la orquestación, sostiene que la propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas que se repetirán incesante e incansablemente, una y otra vez desde diferentes perspectivas que coincidan en el mismo concepto, lo que debe hacerse con seguridad, sin fisuras ni dudas, para hacer realidad la idea de que si una mentira se repite suficientemente, acaba por convertirse en verdad.

Un principio que recuerda las conferencias mañaneras es el de la renovación, que exige la emisión constante de informaciones y argumentos nuevos, a un ritmo tal que cuando el adversario responda el público esté ya interesado en otra cosa; por lo que las respuestas del adversario nunca podrán contrarrestar el nivel creciente de acusaciones en su contra.

La verosimilitud es el principio que obliga a dotar a las cosas y a los hechos de una apariencia de verdad, aunque no lo sea, para lo cual deben construirse argumentos desde fuentes diversas y desde informaciones fragmentadas; y la silenciación es el principio que consiste en callar sobre aquellos temas de los que no se tienen argumentos, así como no referirse a noticias que favorezcan al adversario, además de desvirtuar estas últimas a través de medios de comunicación afines.

Con el principio de la transfusión se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas –vuelta al pasado-; y con el de la unanimidad se convence a la masa de pensar “como todo el mundo”, creando la impresión de que todos estamos de acuerdo.

Afortunadamente Goebbels ya murió y en México vivimos en una democracia sana.