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Opinión

El silencio del hombre amoroso

Neuropolítica.

11/17/2017

Ese hombre puede ser el amor de tu vida, el refugio de tus miedos, el espacio confortable, la inspiración de tus sueños, el olor de tu alegría, puede ser todo y a la vez nada.

Una de las condiciones propias del hombre es el silencio, cuando de expresar emociones y sentimientos se trata.

La neurocientífica Louann Brizendine afirma que los cerebros de hombres y mujeres oyen, ven, intuyen y evalúan de manera distinta lo que sienten los demás.

Esta observación científica marca la diferencia entre las necesidades de ellos y ellas. En los centros del cerebro para el lenguaje y el oído, las mujeres tienen más neuronas que los hombres, expresan mejor las emociones y recuerdan mejor los detalles de acontecimientos emocionales.

Si la mujer supiera el carrusel de pensamientos que dan vuelta en el cerebro del hombre sin expulsar una sola palabra, sin mostrar una sola emoción, sin posar la mirada en ella a pesar de ocupar un espacio importante en su vida, si ella comprendiera el silencio amoroso del hombre, pudiera ser la diferencia entre los malos entendidos, las disfunciones y las separaciones prematuras o las convivencias dolorosas.

Los malditos genes para unos, los designios para otros, la intolerancia para muchos, son las fuentes del sufrimiento, sin embargo, la ciencia no tiene conflicto en demostrar hasta el cansancio que la diferencia entre las parejas funcionales y las disfuncionales es la forma de pensar.

Ella se desespera por la sequía verbal de él, traduce su silencio en desprecio o ausencia de afecto. Él se desespera por la verborrea de ella, se cansa de escuchar las mismas preguntas, se siente víctima de un interrogatorio de la PGR o el FBI, eventualmente no quiere verla porque le recuerda los reclamos y regaños de su madre.

Ella continúa diciendo: Contéstame, mírame a los ojos, dime algo, no te quedes callado, dime la verdad, siempre es lo mismo.

Muchos hombres aman a su pareja, pero no pueden ser como ellas quieren que sea. Muchos hombres sienten un gran afecto por una mujer, pero no lo pueden verbalizar. El silencio de un hombre amoroso es tan legítimo, como los gemidos y palabras de la mujer que ama.

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