Icono Sección

Opinión

El primer día

Fórmula Legislativa.

En 1977 se publicó la novela política del escritor mexicano Luis Spota, cuyo título adoptamos para esta colaboración, en la que plasmó la soledad repentina que embarga a un presidente de la república a lo largo de las primeras 24 horas posteriores a la conclusión de su mandato.

Pero no se equivoque amigo lector, pues lo que hoy pretendemos es dejar volar la imaginación para escudriñar los posibles sucesos a los que nos enfrentaremos, no el 2 de diciembre de este año, luego de que Enrique Peña Nieto entregue la banda presidencial a quien resulte triunfador en la contienda electoral, sino el 2 de julio, una vez que las encuestas de salida, conteos rápidos y PREP nos den luz sobre el resultado de la votación, aunque éste no sea oficial aún.

Un posible escenario se desprende de las encuestas conocidas hasta hoy y de las percepciones del día a día, aunque unas y otras puedan cambiar de la misma forma.

Un eventual triunfo de López Obrador nos dará un primer día rebosante de triunfalismo, con marchas, concentraciones y otras expresiones de júbilo de los seguidores de López Obrador, que harán ver a un país en plena juerga; y ocultarán una gran cantidad de caras largas que difícilmente serán captadas por las cámaras.

Es una realidad palpable que los seguidores de este personaje, más que plantear una actitud analítica y reflexiva, se dejan llevar por el sentimiento antigobiernista que, rayando en el dogma, parece haberse enraizado en buena parte de la sociedad mexicana. Para ellos, la palabra de ya saben quién es artículo de fe y ay de aquél que se atreva a contradecirla.

Para ellos y para el propio López Obrador solo posibilidad de un escenario que en su simplista visión no tendría más consecuencia que la concreción de sus deseos y aspiraciones, que estarán garantizadas por un gobierno que no permitirá reacción interna alguna, por un gobierno totalitario excluyente de aquellos mexicanos que piensen diferente, aunque éste sea hoy un derecho fundamental de todos.

Parecen ignorar que un gobierno de este tipo generará incertidumbre por el futuro de las inversiones, expulsión de capitales, caída de los mercados, baja de producción, escasez de alimentos, medicinas y otras mercaderías, y en un extremo hambre generalizada.

Si ésta es una visión catastrofista, lo más seguro es que no baste el primer día para confirmarlo, el propio López Obrador ha pedido tres años para demostrarlo, pues ese es el plazo que se auto fijó para celebrar un referéndum revocatorio, aunque de sobra sabemos la suerte de esos ejercicios en un gobierno autoritario.

Desde la posición morenista parece soslayarse la posibilidad de presiones e incluso intervenciones extranjeras de uno u otro signo, pues quizá no dimensionan las consecuencias de la modificación geopolítica mundial que un gobierno con las características anotadas significaría, sobre todo teniendo como vecino al país más poderoso del mundo.

Cuando al hoy candidato se le ha cuestionado respecto a la posición de Donald Trump, ha respondido con un simple “hablaré con él”, como si con ese solo hecho pudiera cambiar la actitud que el gobierno norteamericano ha mostrado frente a México y los mexicanos. No se quiere entender que el desprecio no es por Enrique Peña Nieto, sino por quien sea que represente a este país.

El segundo posible escenario es que el triunfo electoral favorezca a cualquiera de los otros dos candidatos, y es un escenario que el propio López Obrador ha esbozado al advertir que de haber fraude –lo que se traduce en un “si yo no gano”- no detendrá al tigre.

Precisamente de la imagen de todo poderoso que Andrés Manuel se ha construido, nace su seguridad de que sus huestes habrán de seguirle hasta la muerte, y de ahí la advertencia de que el domador no estará dispuesto a sonar su látigo para controlar al tigre, ni se hará responsable de los destrozos que cometa.

Es posible que López Obrador haya leído en sus tiempos mozos a Octavio Paz, quien afirmó que “las masas humanas más peligrosas son aquellas en cuyas venas se ha inyectado el veneno del miedo… del miedo al cambio”, y que perdido ese miedo se hará todo para lograrlo; pero bien haría en considerar que las masas engañadas, una vez que descubren el engaño, se vuelven contra su autor, y no bastará que se vaya a su rancho, porque hasta allá o quizá desde allá llegará la destrucción.

La advertencia supone una creencia en que puede tener un control que le permitirá conducir a la masa de simpatizantes como hasta ahora ha conducido un partido, pero ignora que las consecuencias implícitas en la advertencia solo pueden concretarse con organización y liderazgo, y ante la ausencia o renuncia del líder, el movimiento se pulverizará quizá en infinidad de "movimientitos" inconexos, pues ni siquiera existe una ideología definida que sirva como hilo conductor de las demandas y aglutinador de las masas.

El pragmatismo de ya saben quién ha llegado al extremo de plantear que su amor por México está condicionado a que él sea su presidente. Lo cierto es que como coloquialmente se dice, México está metido en un zapato, porque si López Obrador gana, seguramente habrá consecuencias perniciosas sobre las condiciones de vida de los mexicanos, pero sobre todo sobre su libertad; y si pierde, el tigre que ya está suelto nos dará un zarpazo con o sin su presencia.

Ojalá que Andrés Manuel y sus seguidores reciban la iluminación divina y un pajarito les convenza de que el poder no debe entenderse como contrario a la libertad, sino como su complemento; y de que así como la libertad no debe convertirse en libertinaje, el poder no puede ni debe convertirse en absolutismo.

El ejercicio de la libertad ciudadana debe conservarse como el contrapeso natural del ejercicio del poder político, y en la medida en que gobierno y sociedad equilibren su actuación, será posible construir una sociedad moderna.