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Opinión

Elecciones… ¿Todos contra todos?

Punta de Lanza.

05/03/2018

Muchas son las cosas que se han dicho y escrito en los distintos medios de comunicación referente a la despiadada lucha electoral que se libra en estos momentos en nuestro país.

Prensa escrita, radio, televisión y por supuesto las vanguardistas redes sociales del internet, tan de moda en nuestro mundo actual, son utilizadas hoy en día por los contendientes políticos como una herramienta indispensable para la conquista del voto popular.

Verdades contundentes, mentiras absolutas, especulaciones y chismes de café inundan los escenarios sociales de México, dejando en claro el gran interés que la contienda electoral, a ocurrir el primero de julio de este año, ha despertado entre los mexicanos.

Necesario es decir que hoy, frente al debate nacional que las elecciones han generado, todos, hasta el más ignorante del tema, lo abordamos de manera “analítica”.

Claro, algunos tratando de influir en el ánimo del interlocutor hacia el partido o candidato de sus preferencias y otros, simplemente para dejar asentado ante sus amigos que también opinan y que al hablar del asunto los convierte en expertos.

En todos los casos, estas acciones sociopolíticas surgen desde las mismas entrañas de los hogares, de las universidades, los centros de trabajo, lugares recreativos, y la calle misma, impregnando nuestro ambiente de un extraño olor a pasión política nunca antes observada en la historia moderna de nuestra vida institucional.

Una pasión política que se desliza al vaivén de las manifestaciones de los actores políticos y entes de gobierno, que en calidad protagonistas del evento, lejos de contribuir a la armonía y al buen entendimiento, se convierten en promotores de la incertidumbre, el miedo, y desencanto social por todo lo que está ocurriendo.

Y es que aquí nadie escapa -me refiero a los líderes de partidos y candidatos-  al señalamiento que se les pudiera endilgar de estar contribuyendo desde todas las trincheras al enrarecimiento político y social del entorno en nuestro país.

Utilizan el precepto de la democracia y las libertades que la constitución nos regala, para jugar mediante sus controversiales debates públicos de manera cruel y peligrosa con la paz y armonía de nuestros pueblos.

Luchan, todos por la conquista del poder. Un poder que los llevaría, en algunos casos a conservar los privilegios del mismo, y en otros, a disfrutarlo al lado de sus correligionarios, pero luchan sin una aparente preocupación por el enfrentamiento que sus confrontaciones electorales están generando entre la sociedad.

Sí, entre una sociedad evidentemente atrapada y azuzada  por las pasiones políticas que expertos en la materia saben sembrar en el ánimo de la gente.

Ahí tenemos frente a nuestros ojos no sólo las desavenencias partidistas, sino también los enconos entre miembros de las mismas familias, de los grupos de amigos, de compadrazgos y de camaraderías fincadas a lo largo de nuestras vidas que se estremecen ante el vendaval de esas pasiones políticas que hoy referimos.

Insisto, hay temor e incertidumbre en nuestro entorno. La credibilidad social en el proceso electoral no está firme, gracias a la guerra sucia que se ha propagado por el país, cual epidemia letal.

Es una guerra de todos contra todos. Una auténtica guerra social impulsada por personajes, más ideosos que ideólogos, que toca ya las entrañas de los recintos familiares.

Una guerra de ataques personalizados, alejada de ideologías políticas y peor aún, con las identidades partidistas hechas añicos, como consecuencia de las trifulcas internas de sus propios líderes.

Una guerra, con alianzas o coaliciones inentendibles y para muchos inconcebibles, que por las mismas razones destruyeron las bases estructurales de algunos partidos cuya militancia no comparte esos acuerdos pactados con adversarios políticos históricamente antagónicos. Pactos firmados al calor de la ambición política por parte de los ambiciosos insatisfechos e insaciables del poder público.

La guerra política está ahí, frente a nosotros. Latente, amenazadora y desplegando una mueca macabra que a todos los mexicanos nos corresponde hacer que se convierta en una sonrisa de amistad, concordia y sana convivencia.

Los mexicanos no queremos ni merecemos estar confrontados entre nosotros mismos por un odio, coraje, o resentimientos de corte político. La palabra y la decisión es propia y está en nuestras manos… Hagámosla valer.


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