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Opinión

Economía, tomates y elecciones

Fórmula Legislativa.

“La política es el arte de servirse de los hombres haciéndoles creer que se les sirve a ellos”: Louis Dumuros.

A poco más de dieciocho meses de que en los Estados Unidos se celebre la elección presidencial, Donald Trump se encuentra en una abierta campaña que desde el gobierno pretende mantener la preferencia de sus partidarios y, de ser posible, la de muchos otros norteamericanos a quienes logre imbuir del espíritu nacionalista, que es una de las fortalezas de todo régimen populista. 

Por eso emprendió una guerra económica contra China, el tigre asiático que ocupa el segundo lugar entre las diez economías más poderosas del mundo, con un Producto Interno Bruto superior a los 14 mil 172.2 billones de dólares, frente a los 21 mil 482.4 billones que alcanza el PIB del coloso norteamericano; una guerra en la que el arma principal de Trump ha sido la amenaza de elevar entre el 10% y el 25% los aranceles que Estados Unidos ya aplica a productos chinos importados por valor de 200 mil millones de dólares, y la de aplicarlos también a otros productos no gravados con valor de 325 mil millones de dólares.

El arancel es la contraprestación que el gobierno de un país cobra por los servicios aduanales, a las empresas que desde otras naciones introducen productos para comercializarlos en su mercado interno.

Podría pensarse que Donald Trump está aprendiendo a hacer política tradicional aplicando sus habilidades empresariales, bajo el axioma expresado por Winston Churchill: “Un buen político es aquel que, tras haber sido comprado, sigue siendo comprable”. Por eso intenta refrendar uno de los lemas de su pasada campaña «Make America Great Again» (Haz a América grande otra vez), que por supuesto incluye también mantener una actitud belicosa frente a los enemigos tradicionales como Irán y Corea del Norte por el armamento nuclear, o Rusia, Cuba y la propia China por la situación de Venezuela.

A esa unilateral contienda fue se sumado México la semana que acaba de transcurrir, a pesar de no ser una potencia económica que amenace la estabilidad del liderazgo mundial norteamericano, ya que apenas espera tener este año –y con dificultades- un PIB de 1,242.4 billones de dólares. México ni siquiera fue amenazado, simplemente, el Departamento de Comercio de los Estados Unidos anunció la conclusión de un acuerdo que suspendió una investigación de dumping iniciada en 1996, e impuso a partir del 7 de mayo un arancel del 17.5% a los tomates que cotidianamente se envían y que representan la mitad del consumo de ese producto en aquél país, con un valor de 2 mil 100 millones de dólares anuales.

Pensará usted que México no representa ni siquiera una mínima competencia económica para el vecino del norte, ni mucho menos una amenaza militar, y tiene razón; pero en aquél país aún persiste en muchos de sus habitantes un sentimiento y una actitud xenofóbica y racista, que se expresa en el rechazo a la migración proveniente del sur de su frontera, lo que representa un auténtico filón para explotar el nacionalismo patriotero que el presidente candidato quiere y sabe practicar, consciente de que habrá de redituarle beneficios electorales el encabezar la defensa de sus productores agrícolas, particularmente los de Florida, que comparten con los agricultores mexicanos al menos el 95% del mercado nacional de tomate.

Como sucede en todo régimen populista, con esta medida Donald Trump cumple a sus electores lo que les prometió en campaña, sin que los supuestos beneficiados se den cuenta que el proteccionismo económico es una manzana envenenada, una mercancía defectuosa que solo producirá un beneficio aparente, y que más temprano que tarde habrá de tornarse en perjuicio para los consumidores, sean demócratas o republicanos, resultando “ganones” únicamente los productores norteamericanos de tomate, quienes se beneficiarán de un incremento en el precio sin elevar su costo de producción, es decir, verán ampliado su margen de utilidad.

En entrevista para Fórmula Noticias, Mario Haroldo Robles Escalante, presidente de la Comisión para la Investigación y Defensa de las Hortalizas de CAADES, comentó que todo importe que en la frontera se agregue al precio del tomate se multiplica por tres, y necesariamente queda indexado al precio final al consumidor. Esto significa que si la exportación anual de tomate asciende a 2 mil 100 millones de dólares, el arancel será de 367 millones 500 mil dólares, que multiplicado por tres arroja un sobreprecio de 1 millón 102 mil 500 dólares que pagarán los consumidores americanos, no solo por el tomate importado, sino por el que se produce en aquél país.

Aún en el caso de que los productores norteamericanos no aprovecharan la situación y mantuvieran su precio actual, el diferencial les permitiría adueñarse de un mayor porcentaje del mercado en detrimento del producto mexicano, lo que a mediano plazo tendría como consecuencia que se redujera la exportación del fruto a la unión americana. Es aquí donde el boomerang inicia su vuelo de regreso.

La reducción de las exportaciones colocaría a los agricultores mexicanos en la disyuntiva de retirarse de la producción de tomate para explorar y exportar otros productos que actualmente se exportan como por ejemplo el chile bell peper o el pepino, para los que tampoco se tiene seguro el mercado y su rentabilidad; continuar produciendo en menor escala en la espera de diversificar los destinos de la exportación o retirarse definitivamente de la actividad agrícola.

Lo seguro es que de una forma u otra, de mantenerse el arancel, habrá una reducción de la producción agrícola con la consecuente crisis social, expresada en la disminución de empleos directos e indirectos y la contracción de la economía en las regiones productoras. Todo ello repercutirá en las entidades expulsoras de mano de obra agrícola como Oaxaca, Guerrero y otras entidades sureñas a las que el Gobierno Mexicano pretende rescatar de la pobreza.

Todo ello, sumado al escaso crecimiento económico nacional que se prevé, no hará más que incentivar la migración que tiene como destino obligado el país del norte.

El escenario expuesto puede parecer fatalista, pero no verlo así impedirá tomar las medidas adecuadas para evitar esas y otras consecuencias.

Como dicen en mi rancho, éramos muchos y parió la abuela.


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