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Opinión

Coronavirus: Meteorito político

Perspectiva.

“No he fracasado. He encontrado 10 mil soluciones que no funcionan”. Thomas Alva Edison

El coronavirus siguió acaparando nuestra atención durante la semana y seguirá haciéndolo por más tiempo, aunque quien esto escribe prefiere centrarse en las ya inevitables consecuencias que la pandemia tendrá más allá de los contagios y fallecimientos asociados, porque éstos últimos podemos minimizarlos entre todos si actuamos como un solo cuerpo social y atendemos el llamado de la autoridad.

Cerramos nuestra anterior colaboración afirmando que ante el catastrófico panorama económico que se advierte, es una exigencia contar con un gobierno serio y proactivo. Hoy decimos que requerimos de un presidente responsable.

Debo reconocer que en lo que se refiere al manejo de la pandemia, la autoridad sanitaria reencauzó sus esfuerzos abandonando la obsequiosa actitud que intentaba no contradecir las afirmaciones presidenciales; pero tristemente se mantiene el obstinado e incongruente actuar del titular del Poder Ejecutivo, que insiste en no alinear sus dichos con sus hechos, al mantener su programa de giras por el territorio nacional, como si no existiera la contingencia sanitaria.

Al iniciar su mandato el 1º de diciembre de 2018, Andrés Manuel López Obrador hizo dos trascendentes manifestaciones; una formal en cumplimiento de la Constitución general de la República fue la de obligarse a cumplir y hacer cumplir dicha norma fundamental, la que no ha honrado a cabalidad, como lo demuestra la toma de decisiones a partir de consultas sin fundamento jurídico, con las que se altera el sistema democrático de gobierno y se envilece la decisión popular.

El más reciente caso sucedió hace una semana en Mexicali, al decidir vía consulta no permitir el funcionamiento de la empresa cervecera Constellation, a quien la autoridad ya había otorgado licencias y permisos para su instalación y operación. Simple y sencillamente el gobierno echó para atrás su decisión inicial sin conceder a la empresa el derecho de audiencia, en franca violación del artículo 14 de la Constitución, lo que como sucedió en el caso del malogrado Aeropuerto Internacional de la CDMX, tendrá un alto costo para el erario, pero ahora en tiempos de abierta crisis económica.

La segunda manifestación fue de alto contenido político, al expresar “yo  ya no me pertenezco, soy de ustedes”, la que tampoco parece estarse cumpliendo porque las decisiones del presidente son eminentemente personales. En esa misma ocasión pidió a los mexicanos “no me dejen solo, porque sin ustedes no valgo nada o casi nada”, pero no parece estar haciendo lo necesario para mantener el apoyo de la población.

¿Cómo encontrar congruencia entre el insistente llamado al sector empresarial para que apoye a los trabajadores manteniendo el pago de salarios mientras permanezca el confinamiento en sus hogares, si el presidente mantiene sus giras para inaugurar obras y no hace el mínimo esfuerzo por mantenerse dirigiendo el país desde Palacio Nacional?

Si ya no se pertenece, si ya es de los mexicanos, debe cuidarse a sí mismo de manera responsable, como cosa ajena que le fue confiada, porque sin él, el cambio prometido se irá por el caño. Y esto será así porque en casi año y medio de mandato no se ha preocupado de consolidar una estructura política que le sostenga y, de lo contrario, ha privilegiado su estilo personalísimo de gobernar.

Para nadie son secretas las desavenencias casi irreconciliables entre Yeidckol Polevnsky, exdirigente de Morena, con el actual dirigente Alfonso Ramírez Cuellar, con Ricardo Monreal, con Mario Delgado y con otros prominentes morenistas; tampoco puede ignorarse el deslinde de importantes figuras como Porfirio Muñoz Ledo y Cuauhtémoc Cárdenas, todo lo cual anuncia confusión, desorden, pleito y rebatinga por el poder, si López Obrador llegara a faltar. En otras palabras, la más grande crisis política del último siglo se cierne como sombra sobre el país.

El calificativo de irresponsable se le atribuye al presidente a nivel nacional y en el extranjero, no solo son los fifís, conservadores, neoliberales y chayoteros resentidos, como él pudiera acusar. Es un calificativo bien ganado porque contra lo que dicta el sano juicio y la recomendación sanitaria, sigue convocando y asistiendo a eventos masivos, en los que saluda de mano, abraza y besa a quien se cruza en su camino, como si pensara que el estar cerca de la gente tiene una connotación exclusivamente física, material, y no política.

Recientemente fue acompañado por Omar Fayad, gobernador de Hidalgo; y por Adán Augusto López Hernández, gobernador de Tabasco, en sendas giras realizadas en esas entidades. Ambos gobernadores, se sabe ahora, dieron positivo a la prueba de coronavirus. Pero aun así estuvo en Mexicali, San Luis Río Colorado y Badiraguato, y si resultara que es un portador asintomático ya debieran estar haciéndose diagnóstico los gobernadores de Baja California, Jaime Bonilla; de Sonora Claudia Pavlovich; y de Sinaloa Quirino Ordaz, así como presidentes municipales y otros acompañantes. 

Y en esto no cabe el dicho de que en su salud lo hallará, porque está en riesgo la salud de muchas personas; a menos que la referencia se haga a su salud política que por cierto no aparece andar del todo bien. López obrador arrancó el 2020 con una aprobación ciudadana del 71% y una desaprobación del 28%, apenas un punto abajo de la que alcanzó en diciembre de 2019; en tanto que al terminar el mes de febrero su popularidad cayó a niveles de entre 57.1%, según encuesta de El Universal, y 59%.de aprobación según encuesta de Reforma.

El tracking poll de Consulta Mitofsky para El Economista, levantado el 27 de marzo de 2020, reveló un descenso de 6 puntos respecto al resultado de febrero, para ubicarlo en 49.6%, lo que implica ya niveles de reprobación.

Habrá quien atribuya el descenso al coronavirus, pero al acumular tres meses consecutivos, la caída es más atribuible a desatinos personales del  presidente.