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Opinión

Confianza en los partidos políticos

Fórmula Legislativa.

En memoria de mi gran amiga Yudit del Rincón Castro, auténtica luchadora social y guerrera de la vida.

Luego de escuchar la entrevista que recientemente realizó Víctor Torres en Fórmula Noticias al dirigente de uno de los dos partidos políticos con registro local, cuyas respuestas estuvieron plagadas de inexactitudes que reflejan o la intención de confundir a la ciudadanía para erigirse como impolutos, o una penosa ignorancia de la historia y funcionamiento del sistema electoral en México, me surgió la inquietud por escribir en torno a una verdad de perogrullo que el entrevistado expresó. “La gente –dijo- ya no cree en los partidos políticos”.

Desgraciadamente para nuestra sociedad, la afirmación del dirigente partidista es igual al anuncio de horario fijado en una oficina que decía: “Abrimos cuando llegamos y cerramos cuando nos vamos”. Es una verdad tan evidente que decidí entrar en el mismo terreno, la convertí en hipótesis y procedí a la investigación.

El paso empírico consistió en interrogar a aquellos con quienes cotidianamente laboro. La pregunta fue directa para cada una de las ocho personas presentes en ese momento: ¿Crees tú en los partidos políticos?; la respuesta fue también directa e inmediata, siete de los ocho respondieron NO; la única variable fue la cantidad de letras “o” que cada uno agregó, y acaso algún tono de sorpresa porque este servidor no estuviera enterado de su percepción. La muestra es ínfima y no puede reflejar estadísticamente el sentir social, pero a mí me dejó convencido de que ese 87.5% puede obtenerse en una encuesta real abierta. 

Pasé entonces a teclear en un buscador la frase “confianza en los partidos políticos en México”, para encontrar de inmediato una encuesta realizada en el año 2015 por la casa encuestadora Parametría, cuyo resultado reflejó que ocho de cada diez mexicanos dijeron tener poca o nada de confianza en los partidos políticos. 

En el momento de la encuesta siete de ocho partidos considerados en el estudio obtuvieron opiniones negativas, y con ello quiero decir por debajo de cero; y solo uno –el PAN- alcanzó un +20% de opinión positiva. El resto hicieron fila frente al rechazo ciudadano, que otorgó a Morena el -5%, el PVEM y MC el -8% para cada uno, el muy cristiano PES -10%, el PRI -12%, el PRD -14% y Nueva Alianza, el partido magisterial, -21%.

No se incluyó en la medición al PT y al PH (Partido Humanista, para esa gran mayoría que seguramente no lo recuerdan), pues en el momento del estudio el primero luchaba en tribunales por su supervivencia, y el segundo estaba ya desahuciado, al no haber alcanzado ninguno de ellos el porcentaje mínimo del 3% de los votos para conservar el registro, en la elección de diputados federales de ese año.

Un estudio académico a cargo del Profesor Erick Osiris Leines Jiménez, de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, realizado antes de la encuesta de Parametría, concluyó que el 70% de los mexicanos tiene poca o ninguna confianza en los partidos políticos, que sólo el 4% de ellos confía en los partidos políticos y que el 52% está poco o nada satisfecho con la democracia mexicana. También encontró que el 49% opina que en el país estamos más cerca de un gobierno que se impone, que de un gobierno participativo que consulte o escuche a la ciudadanía; y también que el 66% no confían en que las elecciones sean limpias. 

Los datos anteriores nos permiten confirmar que, mucho más que otras instituciones, los partidos políticos cursan una crisis de legitimidad, derivada de que no están ofreciendo a los ciudadanos la honestidad que permita detener el avance de la corrupción pública y de la impunidad; ni la certeza de que su representación sea la más adecuada para garantizarles calidad de vida en la democracia; además de que ésta –la democracia- parece ser lo último que interesa a los partidos, que no se enfocan a la creación de un sistema electoral y político incluyente, por el contrario, luchan no solo para desplazar al oponente, sino para exterminarlo. Por ello no tienen empacho en realizar alianzas con enemigos que tarde o temprano tendrán el mismo panorama de exterminio.

¿Cómo puede la ciudadanía confiar en partidos y personajes políticos que en forma permanente buscan los portillos de la cerca legal para escapar de sus obligaciones de equidad y respeto?; ¿cómo confiar en aquellos que dicen trabajar mucho por la ciudadanía, cuando en realidad se aprovechan de su necesidad?; ¿quién puede confiar en el que descalifica los logros de otros, solo porque los propios no tuvieron la resonancia y aceptación que esperaban?, como sucedió con el entrevistado al que nos referimos antes, que no tuvo prurito alguno en afirmar, refiriéndose a la llamada Ley Kumamoto: “yo no sé por qué le dan tanto escándalo a eso de que si no hay voto no hay dinero, eso es una demagogia muy grande en este momento porque esto siempre ha existido”. Esa afirmación es mentira o al menos media verdad, ya que como él mismo explicó, uno de los elementos para determinar el financiamiento público es el padrón electoral, del que solo vota alrededor del 50%.  

Desde luego que los dirigentes de los partidos políticos no van a expedir el acta de defunción de sus organizaciones, porque sería pegarse un balazo en el pie (¿o en el bolsillo?). Solo los ciudadanos participativos y pensantes tienen en sus manos el poder de obligarlos a que cumplan con la función que se les encomendó en la Constitución, a que cumplan con sus responsabilidades y ofrecimientos, a que cuiden que las leyes que sus legisladores aprueban se orienten a la construcción del bien común y reflejen la opinión de la mayoría. Únicamente los ciudadanos tienen el poder de pavimentar el camino de los partidos a su sepultura, cuando éstos no satisfagan el interés de la sociedad.

A pesar de ello, el futuro de los partidos depende de ellos mismos. Depende de que resuciten a sus ideólogos o que permitan el surgimiento de nuevos cuadros pensantes que les ayuden a desentrañar el deseo y el interés colectivo, que para ellos sigue siendo misterio. Depende también de que puedan contener las ansias de enriquecimiento ilícito y de la regulación ética de sus cuadros dirigentes, para que estén en posibilidad de modernizar su vinculación con la ciudadanía. Mientras se empecinen en convencer a la población de votar a cambio de dádivas que serían irrisorias si no fueran ofensivas, solo pueden esperar un panorama de rechazo. 

Yo no sé qué partido o coalición se alzará con el triunfo el año próximo, pero en una elección que se avizora de tercios, ninguno tendrá mayoría absoluta, ninguno podrá obtener el poder completo. Por ello, quienes han apostado por el debilitamiento de las instituciones, Presidencia de la República, Congreso y autoridades electorales en primer lugar, aun cuando obtengan el poder se enfrentarán al descrédito que generaron y éste les golpeará en la cara como boomerang. 

Jacinto Pérez Gerardo

Director General de Capel Consultores, S.C.

jperez@capel.mx




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