Sastres luchan por preservar el arte del buen vestir

Sinaloa | 01/02/2017 | Notimex

Una camisa de cuadros y pantalón beige bien planchados visten a Pedro Orellana, uno de los pocos sastres que sobreviven en la urbanizada Ciudad de México, cuyo oficio le ha permitido mantener a su familia y servir a otras personas.

Ciudad de México.- Una camisa de cuadros y pantalón beige bien planchados visten a Pedro Orellana, uno de los pocos sastres que sobreviven en la urbanizada Ciudad de México, cuyo oficio le ha permitido mantener a su familia y servir a otras personas.

Mientras arregla pacientemente una chamarra, en su pequeño taller ubicado en la calle Jalapa, en la colonia Roma Norte, relata que aprendió esa labor a los 13 años y hoy en día se resiste a dejarla porque le ha dejado muchas satisfacciones.

Recuerda que a esa edad acudió a una sastrería en su natal Chiapas, donde le permitieron observar cómo se realizaba el trabajo y fue así como un año después empezó a confeccionar sus primeras prendas.

Cuando cumplió 19 años, Orellana emigró a la capital del país “en busca de mejores oportunidades” y desde entonces siempre tuvo la firme convicción de seguir empleándose en este oficio que con tanto esmero aprendió.

Al llegar a la Ciudad de México tuvo mucho miedo porque “la gente de aquí es muy exigente para vestir”, pero eso lo llevó a adquirir mayores conocimientos de costura que lo han posicionado como uno de los mejores sastres de la zona.

Pedro Orellana rememora que cuando llegó aquí, intentó “hacerla de plomero. Pero un día aventé la pala y me fui por Tlatelolco y ahí quise aprender (sastrería) pero no me gustó porque era de maquila y yo no soy maquilero”.

Recorrió así varias sastrerías de la Ciudad de México, lo que le permitió tener una mejor formación y vivir grandes experiencias que lo hacen sentir orgulloso de su trabajo.

“Trabajé para Antonio Aguilar, le hicimos a él y a sus trabajadores los pantalones para montar, así como los chalecos que utilizaban”, cuenta el sastre de 62 años de edad.

También elaboró prendas para la hija de María Antonieta de las Nieves, el actor Enrique Álvarez Félix, así como senadores y otros personajes del mundo de la política y el espectáculo.

En entrevista con Notimex, Orellana, quien lleva 10 años trabajando su local de la colonia Roma, confesó que el secreto para que “el trabajo salga bien está en el gusto y la buena voluntad de la persona que lo hace”.

Además, considera que el trabajo que realizan los sastres “es una artesanía, porque para elaborar una prenda hay que ver el cuerpo de la persona: si está ancho, doblado y otros detalles que deben tomar en cuenta para formar el traje. Es algo que tiene que ver con lo visual”.

En su reducido espacio de trabajo, a este hombre lo acompañan dos máquinas para coser de tipo familiar que funcionan a base de pedales, una de ellas fabricada en 1882.

“En ellas puedo hacer de todo, mientras que las maquinas industriales sólo te permiten hacer una cosa. En ella puedo poner botones, coser ojales, costura recta y sobrehilar”, señala.

Además de las máquinas, para realizar su labor en el taller cuenta con una cinta métrica, tijeras, dedales, hilos, agujas de mano y máquina, un burro de planchar y otros instrumentos que le permiten trabajar adecuadamente.

Con todas esas herramientas confecciona pantalones, sacos, chalecos, camisas, vestidos, faldas; pero también recorta pantalones, pega cierres, reduce cuellos, entre otro tipo de composturas.

Los cuatro hijos de Pedro Orellana conocen el oficio, pero sólo uno de ellos continúa ejerciéndolo.

Se trata de Edwin Antonio, quien considera que este oficio va a permanecer por mucho tiempo, debido a que “siempre hay gente que necesita cosas diferentes, ropa a su medida y la compostura en general. Sí van a ir despareciendo pero no en su totalidad”.

Este joven lamenta que en la actualidad la gente busque ropa más económica en lugar de una de buena calidad. Y es por ello que los sastres actualmente se mantienen de hacer más composturas que de crear nuevas vestimentas.




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