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Opinión

México, más allá de la muerte (parte 18)

Ad Honorem

09/08/2021

De espíritu helénico, agudo e irónico, encontramos al sofista Luciano de Samosata. En su libro Diálogo de los Muertos, nos traslada al más allá, con la plática entre dos fallecidos, Diógenes y Pólux, quienes comentan sobre el egoísmo y la avaricia en el mundo de los vivos. Respecto a Diógenes recordemos que era el filósofo indigente, vivía en una vasija rodeado de perros, mal alimentado y despojado de cualquier objeto material. 

Escuchemos:

"Diógenes— Te voy a encargar, Pólux, que en cuanto hayas vuelto a subir ahí arriba —pues te toca, creo, revivir mañana—, si ves por algún sitio a Menipo el perro —bien podrías encontrarlo en Corinto por el Cráneo o en el Liceo, burlándose de los filósofos que discuten entre sí— le digas lo siguiente: 

«Menipo, te invita Diógenes, por si estás ya harto de burlarte de cuanto sucede sobre la faz de la tierra, a acudir aquí para que te rías a mandíbula batiente. Que allí, tu burla al fin y al cabo tiene el beneficio de la duda, y es muy corriente ¿Quién sabe con certeza lo que hay después de la vida?

Aquí en cambio no dejarás de reír ampliamente exactamente igual que yo ahora, máxime cuando veas a ricos y sátrapas y tiranos, reconocibles tan sólo por sus lamentos y lo fofos (blandos) y descastados que están, recordando los avatares de su vida en la tierra».

Dile esto y además que acuda con la alforja bien repleta de altramuces (alimento, legumbres), y si encuentra en la encrucijada de Hécate manjares por el suelo o un huevo del sacrificio expiatorio o algo por el estilo, que lo traiga.

Pólux— Voy a darle tu recado, Diógenes, pero para poder conocerlo con exactitud, ¿qué pintas tiene?

Diógenes— Viejo, capotillo raído, desplegado al viento, todo un mosaico hecho de remiendos de harapos; no para de reírse y de tomar el pelo especialmente a los filósofos esos petulantes.

Pólux— Con esas señas será fácil encontrarlo.

Diógenes— ¿Me dejas que te dé un encargo para esos mismos filósofos que acabo de mencionar?

Pólux— Dime, que no me supone molestia alguna.

Diógenes— Pues diles al oído que se dejen de bobadas, de enzarzarse en discusiones sobre todo lo habido y por haber, de ponerse cuernos unos a otros, de crear acertijos y de ejercitar su inteligencia a base de hacer preguntas de índole tal que no se pueden contestar.

Pólux— Pero van a decir que yo, ignorante e inculto, censuro su sapiencia.

Diógenes — Pues les dices de mi parte que se vayan a hacer puñetas.

Pólux— Les daré también ese recado, Diógenes.

Diógenes . — Y a los ricos, Polukito querido, dales de mi parte el siguiente

recado: «¿Por qué guardáis, necios, el oro? ¿A cuenta de qué os torturáis calculando los intereses y apilando talentos si al cabo de poco tiempo tendréis que acudir aquí con un óbolo (monedas) sin valor?»

Pólux— Se les dirá esto también a ésos.

Diógenes — ¡Ah! Diles también a los guapos y a los macizos, a Megilo el corintio y a Damóxeno el luchador, que entre nosotros no hay rubia cabellera ni ojos claros ni oscuros, ni tez sonrosada del rostro, ni músculos tensos ni espaldas fornidas, sino que aquí todo es para nosotros, como dice el refrán, polvo y sólo polvo, calaveras despojadas de belleza.

Pólux —No será fácil tampoco decirles eso a los tipos guapos y fornidos.

Diógenes — Y a los pobres, laconio —que son numerosos y están agobiados por su situación y lamentan su pobreza—, diles que no lloren ni se aflijan luego de explicarles la igualdad que hay aquí. Y diles que van a ver que los ricos de allí no son mejores que ellos. Y a los lacedemonios, tus paisanos, si te parece bien, échales en cara de mi parte el haberse relajado en sus costumbres.

Pólux—Los encargos que me dijiste para los demás, se los daré.

Diógenes —Lleva de mi parte los recados a quienes antes mencioné.

La creación retórica desde la antigua civilización griega en los escritos de Luciano de Samosata, que vivió en el siglo II D.C. Coetáneo de Apuleyo y Marco Aurelio. Con un estilo directo y crítico viste a sus obras de humor en boca de sus personajes. 

Es un representante del espíritu clásico, su mordacidad llega a la dimensión del más allá, desde donde regresan a la tierra las palabras de quienes aquí vivieron. Es el caso de Diógenes y Pólux. ¡Murieron y están vivos! Antes en la tierra, después en el trasmundo. Se expresan punzantes sobre la existencia de la que antes formaron parte. Utilizan la parodia y la crítica sobre la actitud de los terrestres.

Continuará…