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Opinión

México, más allá de la muerte (parte 12)

Ad Honorem

En la cosmogonía que la humanidad ha creado ¡la que nos hemos dado! ¡la muerte es una consecuencia de la vida; aunque también la vida, bien pudiera ser una continuación de la muerte!

Y Dante sigue su camino en el trasmundo… es el turno de su incursión en el paraíso.

Dante asciende al paraíso por la atmósfera superior mediante un rayo de luz, atraviesa la esfera de fuego, que volando lo transporta en compañía de Beatriz.

El paraíso terrenal está compuesto por nueve círculos concéntricos y en el centro está la tierra. Cada uno es un cielo y en cada uno hay un planeta, una esfera celeste, presididos por ángeles de acuerdo a su jerarquía. Las  almas están repartidas por la gracia obtenida en la tierra.

El primer cielo es el de la Luna. Está presidido por los ángeles. Los residentes son almas santas que faltaron a sus votos religiosos, por ser incongruentes en el ejercicio de la virtud, e inconstantes como las fases de la luna. Beatriz razona sobre los votos como compromisos que los hombres deben cumplir al ofrecer su libertad a Dios.

La segunda esfera es Mercurio. Los arcángeles la presiden. Los moradores de este cielo, son espíritus que actuaron bien para obtener gloria y fama, dejaron a la posteridad grandes obras de acción o pensamiento, aunque no lo enderezaron hacia el bien divino. Dante interroga la decisión de Cristo de morir en la cruz como salvación. Beatriz le expone la doctrina de la inmortalidad del alma y la resurrección.

El tercer cielo corresponde a Venus. Se le relaciona con la diosa del amor. Lo presiden los principados- son ángeles guardianes con dotes principescas protectores de las naciones-. Aquí están los amantes que pudieron dominar su pasión. Dante escucha del trovador Fulco la condena a  la ciudad de Florencia por producir la "flor maldita" (el florín) responsable de la corrupción eclesiástica, y la critica a la clerecía por dedicarse al dinero, en vez de consagrarse a las Escrituras y en los textos de los Padres de la Iglesia (Canto IX): 

"Tu ciudad, que de aquel es planta

que primero volvió la espalda a su hacedor

y cuya es la envidia tan llorada,

produce y expande la maldita flor

que ha desviado a ovejas y a borregos,

porque ha hecho un lobo del pastor".

La cuarta esfera es el Sol, donde se encuentran los espíritus sabios, los doctores en teología y filosofía, que contribuyeron con su aportación intelectual. Es presidido por las potestades. Dante expresa dudas, los sabios le explican. Santo Tomás de Aquino aclara la superioridad de Adán y Jesucristo respecto de la sabiduría de Salomón y se refiere también a la grandeza de San Francisco de Asís.

El quinto cielo es Marte-el dios de la guerra latino-. Lo presiden las virtudes. Se encuentran aquí los militantes, los mártires combatientes de la fe cristiana, los llamados guerreros de la fe, que dieron su vida por Dios, entre ellos, los cruzados. Las almas de los mártires son luces centelleantes que forman una cruz comparable con la vía láctea.

El sexto cielo es el de Júpiter- el más importante dios romano, padre de los dioses y hombres- , asignado a los buenos gobernantes, a los "espíritus gobernantes justos". Está presidido por las denominaciones o dominios de los angeles sometidos a Jesús para afirmar su poder y su posición como señor de todo lo creado. Dante se encuentra en esa esfera con importantes jerarcas y Reyes de la historia considerados justos, como David, Ezequías, Trajano, quien se dice se convirtió al cristianismo, Constantino I, Guillermo II de Sicilia, y Rifeo el troyano.

Saturno es la séptima esfera, es el cielo donde reposan los que hicieron vida contemplativa en la tierra. Lo presiden los tronos. Dante y San Damián platican sobre la doctrina de la predestinación, el monacato y los malos religiosos. Dante y Beatriz inician el paso a la octava esfera.

El formidable viaje de Dante alcanza ya siete cielos que llevan el nombre de cuerpos celestes del sistema solar y que tienen como punto medio geométrico al centro de la tierra. Por lo pronto, su ascenso alcanzó los cielos de los planetas y los de las estrellas móviles. Le restan un par de cielos: el octavo, que es el de las estrellas fijas, y el noveno, -el cristalino o primer móvil- que es la estación previa al cielo empíreo, al destino supremo.

Continuará…

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