Icono Sección

Opinión

El costo de perder una campaña

Neuropolítica

06/02/2021

Los costos en las campañas políticas perdidas incluyen intangibles como el tiempo. Los perdedores pueden recuperar el trabajo, la familia, los amigos, la economía… pero la dignidad, la credibilidad y el respeto, pueden ser intangibles perdidos como el tiempo que no regresan.

No se puede generalizar, habrá casos de pérdidas anunciadas, entendidas o negociadas, otras serán producto de estrecheces de miras o inexperiencia con habilidades o destrezas sociales limitadas. En fin, las pérdidas no excluyen a todos los que apostaron al triunfo y pusieron sus expectativas de corto y mediano plazo en manos del o la perdedora.

Para muchos, la lógica es buscar el costo de los ganadores; sin embargo, para los ganadores lo que menos importa es la inversión, sino los resultados, todo esfuerzo de todo tipo valió la pena; cosa distinta para los perdedores donde el escenario incluye muchos actores, mucha utilería cara y muchas ideas encontradas con emociones poco placenteras.

Perder una campaña política toca fibras del ego personal y colectivo, los candidatos serán señalados como eso: perdedores, y su equipo, también. Platicar con los ganadores obviamente es diferente a platicar con los perdedores, los ganadores destilan simpatía, los perdedores se difuminan entre las justificaciones y el reparto de culpas.

Los desconocidos o los de rentabilidad baja pierden y pasan a la historia sin pena y sin gloria… Los conocidos o de supuesta rentabilidad alta son otra cosa, por ejemplo: una Rosa Elena Millán Bueno, un Sergio Torres Félix, un Alfredo Villegas Arreola; y, de los finalistas a la gubernatura, un Mario Zamora Gastélum o un Rubén Rocha Moya. En el caso de las presidencias municipales: un Faustino Hernández Álvarez o un Jesús Estrada Ferreiro, y así podemos hacer un ejercicio mental para ver o analizar el costo de perder una campaña política.

A partir del jueves 3 de junio, el silencio de los candidatos presagia tristeza o alegría, hay que desmantelar la parafernalia, despedir o liquidar a colaboradores, deshacer promesas y pagar deudas, también empezar a construir los equipos de transición y ponerles nombre a los organigramas.

MÁS DE David Uriarte