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Opinión

México, más allá de la muerte (parte 7)

Ad Honorem

Hemos escuchado sobre la muerte desde que éramos pequeños; está en la vida de todos. Hemos leído sus múltiples incursiones en la historia, literatura, arte, antropología, arqueología y la ciencia. Es un tema permanente en la televisión, periódicos, cine, teatro, radio y en las plataformas; incluso, asociado con la violencia y la criminalidad, es un tema muy atractivo para las audiencias masivas.   

La muerte se encuentra en la vida de todos, somos costumbre y es parte consustancial de la idiosincrasia propia. Vemos la secuencia imparable de sus desenlaces extraños y sus consecuencia desgarradoras. Pareciera que nunca está satisfecha con su obra; día tras día corroboramos los alcances presurosos de su instinto milenario. Se mantiene implacable, soberbia, y casi nunca bienhechora.

Así lo afronta la vida y los humanos jugamos con esas reglas fuera de control.

Pero la muerte es fiel a sí misma y siempre está en control de su encargo insondable. 

Pero el impulso vital se inmiscuye en lo indescifrable, va hacia la conquista de lo inimaginable o de la fantasía convertida en realidad. También en los sueños de algunos que son convertidos en vivencias auténticas.

La aproximación al más allá se alcanzó en plenitud en la Divina Comedia. El viaje de Dante y Virgilio, prosigue... primero la travesía, después el recorrido, posteriormente, emergen -siempre presentes- las fuerzas naturales y sobrenaturales. 

Virgilio funge como guía- se adentran en el Infierno. Recorren los nueve círculos, -el poeta florentino lo representa como un cono inverso, volteado, formado por niveles, conforme se desciende aumenta la pena y el castigo a los pecadores. 

Inician con el limbo, que es el primer nivel y lugar donde están los que no fueron bautizados y los paganos que no conocieron a Cristo. Son pecadores no atormentados, impedidos para entrar al paraíso por estar separados de Dios.

En el segundo círculo está la lujuria, es custodiado por Minos, el Rey cretense tirano, quien actúa como juez al decidir la ubicación de los que llegan, conforme la gravedad de la conducta del alma pecadora. Sobresalen figuras históricas conocidas; mujeres y hombres, que tuvieron un deseo sexual descontrolado.

Los pecadores de gula ocupan el tercer nivel. Allí se encuentran quienes son castigados con lluvia y granizo y eran amenazados de ser desgarrados por el perro guardián Cerbero.

Los avaros fueron consignados en el cuarto círculo. Allí situaron a los que amasaron fortunas, así como los derrochadores. Tuvieron como castigo arrastrar grandes y pesados objetos de oro en dirección contraria, lo que genera choques con otros.

La Ira y Pereza es el lugar asignado a los pecadores en el quinto círculo. Los iracundos agresivos se golpean entre ellos; los perezosos son cubiertos por el fango. 

El sexto círculo corresponde a los herejes, custodiada por diablos y furias, quienes sancionan a los que infringen el mensaje y autoridad de la iglesia. El castigo es eterno y radica en yacer en sepulcros abiertos.

La violencia se encuentra en el séptimo nivel. Los custodia el minotauro. Allí están los pecadores que actuaron con malicia: los homicidas, criminales, tiranos, bandidos, blasfemos, sodomitas y usureros. Los castigos que reciben se relacionan con sangre hirviente y lluvia de fuego.

El octavo círculo es asignado a los pecadores de fraude; se encuentran los ladrones, falsificadores, adivinos, embaucadores, aduladores, falsificadores, sembradores de discordias y políticos corruptos. Son castigados con torturas ardientes.

Continuará...

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