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Opinión

México, sin miedo al más allá (parte 5)

Ad Honorem

Acercarse a lo místico es un ejercicio cultivado que alcanzan unos cuantos. Es un admirable tratamiento de estudio y reflexión, de conocimiento y aproximación a la perfección. En esta materia, se inscriben muy dignas mujeres y hombres religiosos y creyentes con una rica aportación acumulada a través del tiempo. En el tratamiento que logran estos maestros espirituales consideran a la muerte mística resucitadora.

Y en torno a la muerte son visibles los contrastes colectivos de la conducta humana; los comportamientos van de la disciplina al desorden; de la solemnidad al desencuentro; de la seriedad a la alegría y de la circunspección a la imprudencia.

Relacionarse es propio del individuo. La necesidad de asociación y comunicación está ligada a la existencia misma. Reina en la sociedad, el afán de reunirse, conmemorar, agasajar, del jolgorio. Tantas imágenes, ofrendas y festejos, pareciera que aceleraron su paso, que en un "continuum" arriba de lleno, sin detenerse, en pleno siglo XXI; corroborada, henchida en la segunda década en confirmaciones.

La celebración de la muerte, el diálogo simbólico de los dioses; trascender hacia el mundo del más allá, "el otro mundo" usado por el poeta romano Lucano "orbis alius", en el que las almas al morir, iban al inframundo o a las Islas Afortunadas.

El culto mágico en México de tratar con la muerte. Somos mortales y el desconocido camino para llegar a ella es seguro, tiene marcada la ruta para todos; no obstante, sentimos alivio al huir de cualquier forma, ganamos esperanza, y en ese lance rechazamos la condena. 

La mitología y sus rituales, conjugados en la sociedad mexicana, alimentados de experiencias frecuentes...Ayer, los prehispánicos, después, los mestizos,  hoy, los modernos cosmopolitas que, impetuosos, acercan sus voces cautivadoras a los vivos... los seducen. 

Como el colibrí del mundo náhuatl (Huitzilin) “siempre en movimiento como el corazón,” y opochtli,  se traduce como “lado izquierdo"; se refiere también al alter ego, el “otro yo”. Huitzilopochtli, colibrí del sur y guía de la peregrinación mexica. La pequeña ave que puede volar ágilmente hacia los confines del universo, que se relaciona con la fuerza de voluntad que dirige el rumbo del corazón hacia el destino deseado.

El hermoso colibrí mensajero, que llegaba al "más allá", portador de pensamientos humanos, de las almas de los seres queridos; el único ser, en la cosmogonía mesoamericana, que nunca moría y podía entrar y salir del inframundo o "Mictlán".

Pervive el fatigoso peregrinaje de las tribus originarias, establecidas en el altiplano mexicano para su acto y asentamiento fundacional, al localizar el islote, con el águila sobre un nopal devorando una serpiente, siguiendo el mandato de la voz divina.

Destaca en el centro una civilización dominante arraigada en su poder y creencias. Se extiende a diferentes regiones del territorio precolombino. Con el carácter politeísta y su afirmación teocrática militar, somete e impone condiciones a los demás pueblos; los excesos humanos se visten de justificación divina, la muerte como ofrenda a los dioses.

Pueblo guerrero, de encuentros mortuorias, dimensiona su presencia en el registro de lo religioso y divino. Celebra alianzas estratégicas y organiza su actividad regular con rituales a la muerte. Hasta que es aniquilada por la bárbara conquista, y con ella llegaron prácticas distintas que preservaron elementos antiguos...pero la muerte siempre vigente.

Y también el asentamiento de otras culturas y grupos étnicos, en diversas regiones, en el noroeste, noreste, sureste y suroeste del país, de acuerdo a sus leyendas y a nutridas investigaciones que dan cuenta del mosaico plural nacional y su comportamiento sobre el más allá. 

Sincretismo moldeado de generación en generación. Fusión y mezcla que, en su evolución, encuentra acomodo en el lugar que le pertenece.

Continuará...

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