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Opinión

¿Para qué todo el poder?

Perspectiva

“No hay hombre que no desee poder absoluto, aborreciendo el absolutismo en todos los otros”. Mariano José Pereira de Fonseca (Marqués de Maricá) 

Lo normal de toda revolución, entendida no necesariamente como un hecho violento, sino como la intención de cambiar de fondo el sistema político dominante, es que una minoría actuante y participativa de ciudadanos se imponga por la fuerza o por el control de las instituciones, a una mayoría pasiva que no hace nada o hace muy poco por evitarlo.

En una sociedad como la mexicana, donde históricamente se muestra la apatía en materia de participación ciudadana, los esfuerzos que de buena fe realizan unos cuantos por establecer un régimen realmente democrático naufragan frente a fenómenos sociales como el abstencionismo, o ante estrategias de mercaderes de la política que, en aras de obtener y conservar el poder para beneficiarse de él, explotan la necesidad económica de los sectores económicamente vulnerables, ya sea intercambiando votos por una despensa, o por unos pesos que en el mejor de los casos sirven solo para resolver la urgencia alimenticia del día.

Este mecanismo se vale de la ignorancia que propician gobiernos de ignorantes que una vez que se sienten dueños del poder, reproducen la ignorancia como medio para perpetuarse, sin darse cuenta de que aunque la población está en un estado de semiinconsciencia política que perdura a pesar de engaños y promesas incumplidas, sus estrategias y acciones producen enfado, animadversión, coraje, hartazgo y rebelión.

Así se mantuvieron en el poder por casi noventa años quienes controlaron el otrora invencible Partido Revolucionario Institucional, empezando por los Generales que heredaron el poder de la lucha armada iniciada en 1910; muy pronto éstos fueron sustituidos por políticos y empresarios entre los que tiempo después ya no fue posible encontrar la diferencia. Por si eso fuera poco, las guerras propiciaron el surgimiento de un nuevo grupo de poder, al fomentarse la producción y exportación de drogas enervantes para surtir el amplio mercado militar en el frente de batalla, y posteriormente a todos aquellos veteranos que regresaban con la adicción a cuestas. 

Por su vecindad con los Estados Unidos, México fue el patio trasero natural para la producción de amapola y mariguana con la que se surtirían las tropas y los veteranos de guerra de aquél país, dotando de gran fortaleza a los grupos de productores y traficantes, a tal grado que su influencia se fue extendiendo paulatinamente al campo de la política, donde encontró complicidades a la mano, al mismo tiempo que generó la cultura del enriquecimiento ilícito, y con ella del abuso de autoridad y de la corrupción.

Llegaron las cosas a tal grado de desfachatez, que se tornó difícil mantener el engaño social y con el descaro se prohijó el descontento con el gobierno en turno, la animadversión hacia el partido “oficial”, el coraje contra los políticos, el hartazgo contra la situación, y finalmente la rebelión electoral de 2018, cuando una mayoría de los votantes que, siendo paradójicamente una minoría de ciudadanos, decidió cambiar las cosas por lo que fuera, y solo le fue presentada una opción.

Durante las semanas previas a esa elección, el candidato presidencial que a la postre resultó vencedor, llamó a la población a votar por su partido para todas las posiciones en juego, y sumada la estrategia de coalición que utilizó, alcanzó no solo la presidencia de la República –el Poder Ejecutivo-, sino que puso bajo su control personal al Poder Legislativo, al logar la mayoría calificada que le permite modificar la Constitución. Este es el primero de los objetivos de lo que la escritora ruso-estadounidense María Alexandrovna Gessen llama la “ruta del autoritarismo”.

Masha Gessen, como se le conoce, concibe en esa ruta tres etapas: una de tentativa, otra de ruptura y una más de constitución. El primer acto de tentativa es el control del Poder legislativo, al que le sigue el propósito de restar credibilidad a los medios de comunicación. En este aspecto tenía ya desde su ejerció como jefe de gobierno del Distrito Federal, el mecanismo idóneo: las conferencias de prensa diarias desde las cuales no ha dudado en descalificar no solo a los medios que no comparten las políticas públicas del gobierno, a los que bautizó como “prensa fífí” para que los adeptos, mayoritariamente de los niveles económicos y educativos más bajos, entiendan que esos medios no representan sus intereses, sino los de quienes son sus adversarios. De cualquier manera, el control de algunos medios mediante su corrupción, igual que en gobiernos anteriores, no ha cesado.

Sigue en la ruta de Gessen el control del Poder Judicial, que se emprendió desde los primeros días utilizando la fuerza del Estado a través de su nuevo brazo golpeador, la Unidad de Inteligencia Financiera, que se enfocó en desacreditar e intimidar a un Ministro de la Suprema Corte de Justicia, obligándolo a renunciar para luego remplazarlo con un personaje afín; mecanismo que ha sido reiterado al menos con otro de los ministros y con los jueces que han osado dictar sentencias en contra de las modificaciones legales impulsadas desde la presidencia. Este objetivo aún no se logra del todo, pero las acciones para ello están en marcha, incluida una reforma judicial e iniciativas para modificar la Ley de Amparo.

La etapa de tentativa se cierra con la alianza con el Ejército y ésta marcha viento en popa. Se entregó a las fuerzas armadas el control de la seguridad pública, la construcción y operación de un nuevo aeropuerto civil, un tren turístico en construcción, el control de las aduanas y de los puertos, y una larga lista más de áreas antes confiadas a civiles; lo que constituye el mayor ejemplo de esa alianza.

La etapa de ruptura consiste para Gessen en el control del sistema electoral, y en ello se ha venido trabajando lenta pero constantemente, primero con la cooptación de integrantes de tribunales electorales, pero con más fuerza desacreditando al Instituto Nacional Electoral, cuyo Presidente ha sido blanco permanente desde diciembre de 2018. No es gratis que a raíz del retiro de la candidatura a Félix Salgado Macedonio en Guerrero, el presidente haya insinuado y el dirigente de su partido haya exigido, la desaparición del INE.

La etapa final es la nueva Constitución, el control total del Estado. Esto no se puede calificar de bueno o de malo, es la historia la humanidad, y el presidente ha entendido para que se usa todo el Poder. El riesgo es, sin embargo la libertad ciudadana que está en peligro de depositarse en manos de un solo hombre.

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