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Opinión

El teatro sublime de la política (Acto VIII, final)

Ad Honorem

La actuación en el espacio público requiere abundancia del ánimo interno. Es mejor vivir las emociones artísticas con pautas sosegadas y constructivas. Tener preparación; estudiar el guion, contar con información general del medio, conocer los acontecimientos. Ya no cabe regirse únicamente por la intuición y la espontaneidad; más bien, se ha de actuar con previsión y organización; pero con oportunidad ponerse en acción.

La política despliega su energía para ensanchar los límites de lo posible. En el tiempo su silueta se convierte en realidad viva. -Nunca estática, siempre dialéctica-. Se encuentra en los asuntos y cosas de todos. Está inmersa en la cotidianidad de mujeres y hombres: en sus pasiones moderadas o excéntricas, en los exabruptos o innovaciones juiciosas; en la regular convivencia y en las crisis recurrentes. 

Evidencias pasadas y referentes actuales ratifican a la política como el arte de concretar posibilidades. Los límites de esa probabilidad pueden ensancharse con aptitudes y capacidades de quienes, inmersos en el ejercicio del poder, le dan el prudente valor a los hechos y consideración a las personas; la autoridad que conoce causas, mide riesgos y evalúa con prontitud efectos; expectante de las circunstancias, siempre volubles de la escena pública. Centrar los escenarios proyectados, hasta conocidos, pero no controlados. ¡Inteligencia, decisión y confianza en la apuesta del caprichoso juego político!

La política cohabita entre nosotros. Teatro, política e individuos están vinculados al mundo de los dioses. Están en la existencia plena que los ata en los hechos; en los secretos de sus relaciones; en los diálogos de las voces eternas y en los ecos de los silencios. 

Política y teatro acompañan el camino hacia el destino finito que todos tenemos: principio y fin, nada es eterno, quizá... solo los dioses.

Actuación y política se funden... se enlazan. Los protagonistas inteligentes escogen cualquier acto y lo desempeñan con entrega, rigor y disciplina, asumiendo un natural profesionalismo... como si les importara. ¡Les interesa y les importa mucho!

Cada uno y de manera grupal, busca ganar las batallas, conquistar la luz, alcanzar los laureles. No siempre se triunfa, incluso nada garantiza los buenos resultados. Interviene la fortuna, que es diosa también y que se asoma permanentemente en la vida de los humanos: algunas veces se está arriba, otras veces abajo. Lo importante es disfrutar el viaje...

En cada estreno se tienen esperanzas y se desea el éxito. Surgen alianzas, se asumen compromisos, se confirman lealtades, se generan complicidades y/o emergen traiciones. Está en juego la destreza... talento y mucha habilidad política.

El ciclo teatral reedita su temporada, la política ocupa su lugar central. Las obras perduran. Se reafirma el sentido transitorio de los hombres.

El arte dramático compite y su emocionante suspenso tiene cada día a las  personas como testigos. Son días de actuar y no guardar; días parecidos, no iguales... que pasan, siguen...

El siglo es complicado en el mundo. Nos antecede un año muy lamentable, que aún no termina: los efectos negativos dominan la escena. El actual 2021 es en extremo difícil.

El llamado de la historia, solo entiende teatro si su mirada es panorámica; cuando alternen madurez y juventud, con apertura y pluralidad; cuando la representación escénica se distinga por la calidad y compromiso, con firmeza y congruencia; con atrevimiento y originalidad.

¡Todos somos de este siglo!

¡Que el arte teatral se colme satisfecho!

La experiencia de la realidad y la perplejidad de un instante... llaman a escena a las actrices y actores del presente.

¡El teatro sublime de la política!

¡El show debe continuar!

¡Cae el telón!

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