Opinión
El teatro sublime de la política (Acto VIII, final)
Ad Honorem
03/03/2021
La actuación en el espacio público requiere abundancia del ánimo interno. Es mejor vivir las emociones artísticas con pautas sosegadas y constructivas. Tener preparación; estudiar el guion, contar con información general del medio, conocer los acontecimientos. Ya no cabe regirse únicamente por la intuición y la espontaneidad; más bien, se ha de actuar con previsión y organización; pero con oportunidad ponerse en acción.
La política despliega su energía para ensanchar los límites de lo posible. En el tiempo su silueta se convierte en realidad viva. -Nunca estática, siempre dialéctica-. Se encuentra en los asuntos y cosas de todos. Está inmersa en la cotidianidad de mujeres y hombres: en sus pasiones moderadas o excéntricas, en los exabruptos o innovaciones juiciosas; en la regular convivencia y en las crisis recurrentes.
Evidencias pasadas y referentes actuales ratifican a la política como el arte de concretar posibilidades. Los límites de esa probabilidad pueden ensancharse con aptitudes y capacidades de quienes, inmersos en el ejercicio del poder, le dan el prudente valor a los hechos y consideración a las personas; la autoridad que conoce causas, mide riesgos y evalúa con prontitud efectos; expectante de las circunstancias, siempre volubles de la escena pública. Centrar los escenarios proyectados, hasta conocidos, pero no controlados. ¡Inteligencia, decisión y confianza en la apuesta del caprichoso juego político!
La política cohabita entre nosotros. Teatro, política e individuos están vinculados al mundo de los dioses. Están en la existencia plena que los ata en los hechos; en los secretos de sus relaciones; en los diálogos de las voces eternas y en los ecos de los silencios.
Política y teatro acompañan el camino hacia el destino finito que todos tenemos: principio y fin, nada es eterno, quizá... solo los dioses.
Actuación y política se funden... se enlazan. Los protagonistas inteligentes escogen cualquier acto y lo desempeñan con entrega, rigor y disciplina, asumiendo un natural profesionalismo... como si les importara. ¡Les interesa y les importa mucho!
Cada uno y de manera grupal, busca ganar las batallas, conquistar la luz, alcanzar los laureles. No siempre se triunfa, incluso nada garantiza los buenos resultados. Interviene la fortuna, que es diosa también y que se asoma permanentemente en la vida de los humanos: algunas veces se está arriba, otras veces abajo. Lo importante es disfrutar el viaje...
En cada estreno se tienen esperanzas y se desea el éxito. Surgen alianzas, se asumen compromisos, se confirman lealtades, se generan complicidades y/o emergen traiciones. Está en juego la destreza... talento y mucha habilidad política.
El ciclo teatral reedita su temporada, la política ocupa su lugar central. Las obras perduran. Se reafirma el sentido transitorio de los hombres.
El arte dramático compite y su emocionante suspenso tiene cada día a las personas como testigos. Son días de actuar y no guardar; días parecidos, no iguales... que pasan, siguen...
El siglo es complicado en el mundo. Nos antecede un año muy lamentable, que aún no termina: los efectos negativos dominan la escena. El actual 2021 es en extremo difícil.
El llamado de la historia, solo entiende teatro si su mirada es panorámica; cuando alternen madurez y juventud, con apertura y pluralidad; cuando la representación escénica se distinga por la calidad y compromiso, con firmeza y congruencia; con atrevimiento y originalidad.
¡Todos somos de este siglo!
¡Que el arte teatral se colme satisfecho!
La experiencia de la realidad y la perplejidad de un instante... llaman a escena a las actrices y actores del presente.
¡El teatro sublime de la política!
¡El show debe continuar!
¡Cae el telón!
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