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Opinión

El valor y los valores

Perspectiva

“La Cenicienta es un ejemplo para nuestra vida por los valores que representa. Recibe los malos tratos sin rechistar”.

Ana Botella (Exalcaldesa de Madrid).

El escenario electoral de Sinaloa definió este fin de semana el rumbo en distintos frentes partidistas; protagonistas principales fueron Héctor Melesio Cuén en el frente del binomio PAS-MORENA y Rosa Elena Millán que se despidió del PRI para inaugurar la participación comicial de FUERZA SOCIAL POR MÉXICO.

En el primero de los casos, la alianza de los dos partidos era película conocida, y por ello predecible para los analistas políticos, a quienes de cualquier manera  mantuvo expectantes la habilidad del histrión pasista para mantener el suspense, como lo hace en cada proceso electoral, llevando la negociación al extremo para terminar “cediendo” a cambio de un número de posiciones que siempre es mayor al que pudiera obtener por sí solo, sabedor de que su 9% de preferencias no le da para ir solo con posibilidad de algún triunfo.

Sumar al PAS se ha convertido en una opción apetitosa para los punteros en una competencia electoral cerrada, por lo que llama la atención que siga siéndolo en el actual proceso que se antoja menos riesgoso en la proyección de resultados, pues el margen de preferencias está a favor de Morena y Rubén Rocha casi dos a uno, frente a PRI-PAN-PRD y Mario Zamora. Con todo y ello, bien hacen los primeros en atraer a Cuen y sus huestes para consolidar la posibilidad de triunfo, del cual queda ya poca o ninguna duda.

Por el rumbo del PRI, la primera sacudida que dio la temprana separación de Sergio Torres que va de candidato a gobernador con Movimiento Ciudadano, aderezada con sus acusaciones contra el dirigente estatal priista Jesús Valdez, cimbró las estructuras y provocó pequeñas fracturas y fugas.

Vendrían luego las réplicas impulsadas por el desaseo en la selección de candidatos, y como parte de eso, los titubeos en la designación previsible de Chuy Valdez, para favorecer a Faustino Hernández como precandidato a la presidencia municipal de Culiacán, y la reculada en la designación de precandidato ya designado en Escuinapa, donde Héctor Moreno “Yiyo” mantenía ventaja en las preferencias ciudadanas, para entregársela al PAN en su acuerdo de candidaturas comunes. “Yiyo” será ahora candidato de Movimiento Ciudadano y dará más de algún dolor de cabeza, incluso a Morena.

El fin de semana sacudió al PRI el desprendimiento anunciado desde días antes, cuando el sábado Juan Ernesto Millán tomó posesión de la dirigencia estatal del nuevo partido Fuerza social por México, y se confirmó que la exdiputada y ex dirigente estatal del PRI Rosa Elena Millán, será la candidata de ese partido al gobierno del Estado. Dos desprendimientos del gabinete estatal que implican serios mensajes para el gobierno y el PRI.

La dimisión de Rosa Elena fue la que produjo reacciones inmediatas, las más en lo privado y favorables a ella ponderando el valor mostrado para retirarse y abanderar una nueva opción política; otra solitaria, filtrada y difundida fue la de la también exdirigente priista Martha Tamayo, quien desde la comodidad de su escritorio en casa, recriminó a la dimitente haber puesto a algunas de las mujeres priistas en una “tesitura difícil”, porque según lo escrito “es cuando menos incómodo y extraño” que se vaya.

Desde luego que es incómodo que alguien fallezca, que alguien se divorcie y hasta que un hijo o hija se casen y se desprenda del seno familiar, eso se entiende; pero nada puede tener de extraño que alguien se aparte de un partido en el que ha militado toda su vida, en el que ha cumplido siempre con las reglas escritas y no escritas cuando, como dice Martha en su reclamo, el partido les ha dado y les ha quitado, en una coyuntura en que lo que priva son los intereses ajenos no solo a sus militantes y simpatizantes, sino a sus bases que han mantenido por años la estructura, sin recibir a cambio más que palmaditas en la espalda.

Se entendería que cause extrañeza si se padece políticamente el síndrome de Estocolmo, donde la víctima del secuestro no solo justifica sino que se enamora de su captor; o el complejo de cenicienta que, como afirma Ana Botella, recibe los malos tratos sin rechistar; pero un individuo libre, sobre todo una mujer que lucha por su empoderamiento, debe tener el valor para sacudirse todos los yugos, empezando por los más próximos.

Rosa Elena le ha sido leal a su partido y a los gobernantes de su partido, pero de estos no ha recibido lo mismo. En su aventura por la senaduría en 2018 obtuvo, en fórmula con Mario Zamora, 253 mil 653 votos, en medio de la avasallante elección presidencial, lo que debió ser motivo suficiente para considerar su rentabilidad. Es cierto que esos mismos votos correspondieron a Zamora, pero él contaba ya con su posición en el senado.

Para Martha Tamayo, la separación de Rosa Elena es “tirar por la borda” sus años de priista, pero quizá no ha meditado de qué le ha servido mantenerse en el barco, y cuáles son las expectativas de que éste llegue a puerto.

Con su decisión Rosa Elena defiende su trayectoria política y evita la muerte súbita a que le estaban condenando. Inicia la construcción de un nuevo proyecto y afronta con valentía los riesgos que ello implica. Para Martha la decisión de Rosa Elena es ir tras un espejismo, y tal vez lo sea, pero es un espejismo que le mantendrá políticamente viva y actuante, con la oportunidad de construir, pues quien no sigue el espejismo nunca llegara al oasis.

En el PRI no solo brilló por su ausencia el carácter democrático de su proceso interno, las formas utilizadas para excluir fueron groseras, insultantes e indignantes, mostraron una inclinación suicida al atender intereses de grupos de poder y personales, propios estos últimos de toda sucesión gubernamental.

Bien vendría en ciertos casos guardar silencio, aunque se tenga derecho.