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Opinión

Enfermedad del poder y candidaturas

Perspectiva

“La experiencia de estar en altos cargos, puede producir por sí misma cambios en los estados mentales”. David Owen (En el poder y en la enfermedad)

El pasado 31 de enero concluyeron las precampañas, sin que hayamos notado una sana actividad proselitista interna en los partidos políticos; las notas destacadas se refirieron a desavenencias en los procesos internos de selección de candidatos de los principales institutos, mientras que las relativas a campañas internas para obtener una candidatura brillaron por su ausencia.

Fueron los jaloneos en la designación del candidato a gobernador en Morena; la guerra interna que desató Sergio Torres contra Jesús Valdés en el PRI, aunque lo haya hecho bajo la escasa sombra de Movimiento Ciudadano; y el activismo de Héctor Melesio Cuén para lograr acuerdos con otras fuerzas políticas, lo que nos hizo vivir un ambiente “como de” precampañas.

No fue la falta de aspirantes lo que motivó la falta de precampañas reales, sino al contrario, fue el exceso de ellos. El principal ejemplo lo dio el partido en el poder en él se registraron 3 mil 563 personas que sueñan con ocupar o no ser sustituidas en alguna de las 300 curules de la Cámara de Diputados, lo que se traduce en 12 aspirantes por cada distrito, sin contar el resto de los cargos y de las organizaciones políticas.

El de fondo de este fenómeno es multifactorial, pero bien puede radicar en un trastorno emocional que afecta a quienes ejercen el poder en cualquiera de sus formas, y parece extenderse a quienes se creen en posibilidad de ejercerlo; a dicho padecimiento que es real y perjudicial se le conoce como Síndrome de Hibris (SH) y en algún sentido viene a explicar el dictum de Acton expresado en el aforismo “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente”.

El SH es una alteración de la conducta del individuo que se presenta en diversas actividades, pero ha sido más estudiada en el servicio público y el ámbito de la política, a partir de la observación de comportamientos similares de muchos líderes de distintas naciones, en quienes las cualidades que en un momento fueron vistas como positivas tienden a transformarse en defectos por deformación, como es el caso de la confianza y la seguridad que se convierten en arrogancia y prepotencia, lo que en nuestro medio se ha dado en llamar el “síndrome del ladrillo”, cuando vemos a un funcionario a quien “se le subió”.

A estas conclusiones arribaron por separado la maestra en psicología clínica Sandra Herrera, de la Universidad de Salamanca; Rodrigo Córdoba, director del Departamento de Psiquiatría de la Universidad del Rosario; y  David Owen, médico neurólogo y político británico autor del libro “En el poder y en la enfermedad”.

Los cuantiosos ingresos y las jugosas prestaciones en cargos públicos, así como la oportunidad de hacerse de comisiones en cada adquisición u obra, son también una motivación que combinada con el SH forman una mezcla doblemente dañina para la sociedad y los valores públicos. Es por eso que a mayor cantidad de aspirantes, mayores problemas internos para los partidos políticos, pues el pastel debe alcanzar para todos; y es por eso que como ciudadanos debemos estar mucho más atentos en la selección de quienes serán nuestros representantes y gobernantes.

No es para nada nueva la práctica de utilizar un cargo como trampolín para acceder a otro, y en un movimiento como el de regeneración nacional que en 2018 abrió la puerta a miles de ciudadanos mediante la selección por tómbola, el SH tuvo un impulso que ahora se refleja en las aspiraciones a distintos cargos de elección. Solo por poner un ejemplo, la presidencia municipal de la capital del Estado tiene en Morena media docena de aspirantes, empezando con el actual alcalde Jesús Estrada Ferreiro cuyo corazón late al ritmo de la reelección, pese al tragicómico papel desempeñado en los dos pasados años.

Dos diputadas federales, Merary Villegas y Yadira Marcos, pretenden también acceder al mismo cargo, aunque al parecer la segunda se conformaría con mantenerse en su cargo actual, en una elección interna que disputaría al diputado local Marco Antonio Zazueta. Para lograr su objetivo, ambas legisladoras deberán mostrar a la ciudadanía de Culiacán los beneficios de su actual representación, pues no hay noticia siquiera de intervenciones en la tribuna de San Lázaro para plantear o defender asuntos del interés local.

Un cuarto participante es Gerardo Vargas, un morenista de nuevo cuño que destinó todo su tiempo en los dos últimos años a apuntalar la creación del nuevo partido de la tristemente célebre profesora Elba Esther Gordillo, sin ostentarse como militante de Morena sino hasta el momento en que el INE negó el registro al nuevo partido. Igual estará obligado a exhibir lo que ha hecho por Culiacán y por Morena.

Finalmente hay dos personajes que, a diferencia de los anteriores, no han mostrado síntomas de SH y sí tienen méritos suficientemente conocidos como luchadores sociales y docentes prestigiados, que han desarrollado su actividad por muchos años y sin presumir. El Maestro Óscar Loza Ochoa y la Diputada Graciela Domínguez Nava.

El primero fue presidente de la Comisión de Derechos Humanos (independiente) y también fue el ombudsman oficial, y en ese ámbito ha desarrollado una actuación permanente en beneficio de los más necesitados.  

Graciela Domínguez Nava hizo carrera legislativa desde abajo, al iniciarse como asesora de diputados de izquierda en el Congreso local; fue diputada en la LIX Legislatura del Congreso del Estado, donde mantuvo una posición recta de confrontación racional con el mandatario en turno, abonando en el logro de la primera alternancia política en Sinaloa.

En la actual legislatura fue electa para dirigir su grupo parlamentario y el órgano de gobierno del Congreso, defendiendo el principio de división de poderes, lo que pese a muchos obstáculos le permitió impulsar modificaciones en el presupuesto del Estado para eliminar añejas injusticias y dar al gasto del Estado el sentido social que requiere. Su estrecha relación con Rubén Rocha puede permitirle desplegar un trabajo de equipo que ponga a Culiacán a la altura que todos deseamos.