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Opinión

Loor al gigante Armando Manzanero

Luces y Sombras

Recuerdos pequeños de una relación leve y fugaz.

Amante de los boleros y del rock como soy, admiré por siempre, y admiro a Armando Manzanero y a Marco Antonio Muñiz, desde mi adolescencia. (Cantamos sus canciones en serenatas y en tertulias en Guamúchil y en Culiacán, Sinaloa). 

A ambos los invité a Chicago a la celebración de las fiestas patrias en aquella gran ciudad de los Estados Unidos, cuando yo me desempeñaba como Cónsul General de Mexico.

Marco Antonio cantó ante más de cincuenta mil personas la noche del 15 de septiembre de 1998, y don Armando lo hizo en 1999, ante igual numero de paisanos. 

Allá las y los mexicanos y latinoamericanos los recuerdan con enormes admiración y sentimiento.

Cuando lo traté me impresionaron su sencillez y su amabilidad, su jovialidad y su don de gentes. Siempre estaba dispuesto a colaborar y a participar. Eso me lo demostró cuando siendo yo Embajador de México en Cuba lo invité a visitar aquel gran país de notables intérpretes del bolero romántico. Manzanero aceptó visitar Cuba muy gustoso, al igual que Muñiz y Angélica María; para quienes yo estaba preparando sendas presentaciones en La Habana, con la obvia simpatía de mi amigo Pablo Milanés.

Pero dichas presentaciones no se pudieron llevar a cabo, porque su Director artístico el gran maestro don Rubén Fuentes, no se los permitió argumentando, con razón, que su presencia en Cuba les generaría problemas de varios tipos, especialmente comerciales, con el público latino de Estados Unidos de América, sobre todo en Miami, por la inmensa población cubana residente allá, que Fuentes supuso que se manifestaría en contra.

Armando Manzanero me llamó a La Habana, muy atento y muy respetuoso, y me lo explicó con lujo de detalles al igual que Marco Antonio Muñiz. Y yo no insistí más.

Días después, Pablo Milanés, al enterarse que tenía yo relación con Manzanero, me pidió que hablara con él para que lo convenciera de cantar una canción de su autoría  para un disco denominado Pablo Milanés y sus amigos; pero lo que pasaba es que Pablo le había asignado a Armando una melodía que al gigante yucateco no le agradaba para nada, porque no se sentía identificado con su contenido.

Desde la Habana le llamé por teléfono a don Armando para intentar convencerlo de la petición de Pablo. Pero no lo logré, pues me

argumentó que esa canción era para un joven y que él ya era un hombre viejo. 

Lo anterior sucedió hace veinte años. 

Sin embargo Manzanero aceptó gustoso participar en ese disco, y cantar la canción PARA VIVIR, que es muy hermosa también, y con la que se identificó plenamente. 

Su decisión se la comuniqué a Pablo Milanés, quien aceptó con alegría.

Años después, nos encontramos en el aeropuerto internacional Benito Juárez de la Ciudad de México, y recordamos todas nuestra anécdotas, con su eterna sonrisa.

Hoy, al enterarnos de la muy lamentable partida del gran Armando Manzanero, gigante de la canción romántica mundial; (el reducido tamaño físico de su cuerpo era, en proporción igual, a su tamaño gigantesco como artista y cantautor) vinieron a mi mente estos breves recuerdos; y aprovecho la triste circunstancia para rendirle mi muy personal homenaje.

Descanse en Paz quien vive en el corazón del pueblo.