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Opinión

Un Autoengaño Absurdo

Pensándolo bien

Sergio Della Sala, neuropsicólogo de la Universidad de Edimburgo, Escocia, Inglaterra, comenta “el autoengaño de los grupos antivacunas”.

Unos las consideran una bendición; otros, un peligro. Esa valoración diferente de las vacunas no se basa en argumentos racionales, sino en mecanismos mentales que enturbian la objetividad. La renuncia de muchos padres a vacunar a sus hijos surge de sesgos cognitivos que, si no se reconocen como tales, ponen en peligro la lucha contra la desinformación en torno a las vacunas.

Las vacunas son preventivas, por lo que se administran a personas sanas dispuestas a asumir cierto riesgo para protegerse frente a enfermedades graves. En cambio, los medicamentos sirven para curar a personas enfermas. En nuestro papel de pacientes, tenemos una relación psicológica diferente ante las vacunas que frente a otros medicamentos. Esto se debe a factores emocionales.

Quien se encuentra ante la decisión de vacunarse o de vacunar a sus hijos se enfrenta a un dilema moral: por lo general, consideramos peor perjudicar a alguien de manera activa que pasiva. En consecuencia, se opta por el “mal menor” y se rechaza la vacunación.

El hecho de que las vacunas se elaboren a partir de agentes que causan enfermedades fomenta el rechazo hacia ellas. El peligro se valora con independencia del grado en que estamos expuestos a la sustancia amenazadora; experimentamos el mismo rechazo si le inyectamos a nuestro organismo un solo virus que si le introducimos un millón.

Este efecto de la «irrelevancia de la dosis» puede explicar el miedo que provocan las vacunas en algunas personas, pese a que la dosis que contienen sustancias supuestamente tóxicas es inofensiva. Por ejemplo, el aluminio que se agrega a las vacunas como reforzador de su efecto es una cantidad mucho menor que la que ingiere un bebé a través de la leche de su madre.

Pero quizás el enemigo más encarnizado de las vacunas sea su éxito: a lo largo de los años han logrado frenar enfermedades infecciosas graves, como la poliomielitis y otras que se tienen por inofensivas, como el sarampión, pero que pueden llevar a complicaciones poco conocidas. La mayoría de los riesgos que acompañan a estas infecciones han caído en el olvido, precisamente porque la vacuna ha reducido su propagación de manera drástica.

(Hasta aquí Sergio Della Sala).

Comentario de JPR:

Que todavía haya grupos antivacunas después del historial médico tan exitoso que han mostrado durante varias generaciones desde el siglo pasado es verdaderamente difícil de concebir.

Sin embargo debemos sospechar de intereses económicos no muy legítimos que podrían estimular este tipo de pensamientos francamente irracionales.

Las vacunas han demostrado su necesidad y su eficacia contra diversas enfermedades infantiles durante decenas de años y ya no deberían ser cuestionadas.

Tal vez sea necesario establecer campañas de información clara en los medios de comunicación para que ningún padre de familia pueda alegar que defiende a sus hijos contra una vacuna al oponerse a su aplicación.

Especialmente cuando se ha demostrado su eficacia… 

Piénsele bien y seguiremos platicando…

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