Opinión
¿Mitomanía o estrategia?
PERSPECTIVA
12/06/2020
“¿Para qué crear una simulación menos interesante que la realidad?”: Elon Musk
Como candidato, Andrés Manuel López Obrador definió el principio ético de su movimiento de regeneración nacional en tres abstenciones: no mentir, no robar, no traicionar; ya como presidente ha faltado por lo menos a la primera y a la última, de la segunda ya dará la historia su veredicto.
Lejos de ser una simple percepción de quien escribe, lo afirmado va más allá. Por ejemplo, en días pasados Ariadna Ortega y Lidia Arista publicaron en la revista Expansión Política, una colaboración con el sugerente título de “AMLO vs. AMLO: las contradicciones que han marcado dos años de gobierno”, en la que hacen un recuento de la transmutación de los planteamientos del López Obrador candidato a los del ahora presidente en el primer tercio de su administración. Aunque son varios los que mencionan, llaman la atención dos: la postura frente a Donald Trump y la utilización de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública.
No puede negarse razón a las articulistas, salvo que por deficiencia neurológica o interés político nos convirtamos en desmemoriados, para olvidar las acusaciones de sumisión ante el magnate norteamericano que el entonces candidato endilgó a Enrique Peña Nieto, por haber invitado a Trump a visitarlo en medio de su campaña; o para no recordar como tildaba de perversidad el uso de las fuerzas armadas en tareas de seguridad pública; quizá los ejemplos más destacables pero no únicos, que contrastan con el excesivo respeto mostrado ante el presidente norteamericano, al grado de no reconocer a quien le venció en la elección; y con el decreto publicado en mayo pasado para que las fuerzas armadas prácticamente dirijan la seguridad pública durante todo el sexenio, además de las innumerables actividades civiles que se les han encomendado, incluyendo la distribución y aplicación de la vacuna contra el Covid-19.
Desde luego que puede argumentarse que en los dos temas mencionados lo que hay es un cambio de visión y sería comprensible, porque nunca será igual la realidad vista desde la óptica del candidato a la que se enfrenta como gobernante; pero si fuera el caso, mucho ganaría en imagen pública el presidente reconociendo la realidad y planteando las soluciones. Al no hacerlo, mantiene indefinida su palabra entre la mitomanía y la estrategia política, y fomenta el escepticismo y la falta de confianza en su gobierno, como sucede ahora con la información de la pandemia.
Durante estos dos años se ha visto al gobierno faltar a la verdad, porque también decir medias verdades es mentir. Es casi seguro, por ejemplo, que hubo corrupción en la construcción del nuevo aeropuerto de la CDMX, porque del grupo peñista puede esperarse todo, pero se queda en media verdad cuando no se emprenden acciones contra quienes la propiciaron y la ejecutaron. No puede creerse que habrá lucha contra la corrupción cuando por omisión se solapa o perdona a los corruptos.
Y el colmo, se miente cuando sin tener fundamento legal se realiza una supuesta consulta popular para decidir la cancelación de la obra, pues a diferencia de los particulares, la autoridad solo puede hacer aquello que le está expresamente permitido en la ley; se miente cuando es un partido el que opera esa decisión de la autoridad; se engaña a la sociedad al decir que fue una decisión mayoritaria, pues el número de participantes no puede compararse con el del padrón electoral.
Se miente cuando pese a haber fijado la postura presidencial para no enjuiciar a expresidentes, se pretende trasladar a la sociedad la responsabilidad de decidir si se hace o no, a través de otra consulta ahora con endebles bases legales porque no será de observancia obligatoria para las autoridades persecutoras de delitos.
Se miente cuando al compararse con gobernantes y políticos del pasado, se afirma que “no somos iguales”, pues como antes se protege al corrupto al permitir que el hermano cómodo Pío López Obrador, sea exonerado por la muy autónoma Fiscalía General de la República, sin iniciar siquiera una investigación para encontrar la verdad sobre esos hechos que no dejan de ser corrupción y delitos electorales, a pesar de haber sido video grabados ilícitamente. Ahí la UIF no ha querido actuar.
Se miente al anunciar en el mismo informe de gobierno, que se han cumplido 97 de los 100 compromisos asumidos en campaña, cuando en realidad no ha sido así, porque se tiene como vendido el avión presidencial y la flotilla de aeronaves de la presidencia cuando ni siquiera se ha conseguido cliente, bajo el pretexto de haber celebrado una rifa del avión que no tiene por premio el avión, y cuyos boletos fueron adquiridos en gran cantidad con recursos públicos.
Igual es falso que se haya logrado garantizar a los mexicanos atención médica y medicamentos gratuitos y que se tenga un sistema de salud de primera, y seguirá apartándose de la verdad mientras los hospitales generales condicionen la atención al pago de cuotas de recuperación, o mientras sigan faltando medicamentos y vacunas para las niñas y niños con cáncer o sin él.
Faltando a la verdad se traiciona al pueblo al que se ofreció un cambio; se le traiciona porque se atenta contra la credibilidad de las instituciones y, sobre todo de la institución presidencial. ¿Cómo creer en el cambio, cuando se pide a la población ajustar su conducta a una cartilla moral que no se aplica al propio gobierno?
Una mentira lo será aunque se quiera amparar en que “el fin justifica los medios”.
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