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Opinión

Sin elocuencia, Gobiernos distantes de la retórica

Had Honorem

(parte 1)

Se han extraviado los tiempos de la retórica. En la cúspide de los poderes, sea en el conjunto legislativo o en el conglomerado de personajes, convertidos hoy en funcionarios "transformadores", instalados en la administración pública nacional, o en poderes de las entidades federativas, así como en autoridades municipales, está ausente, no se encuentra la práctica de la oratoria selecta, comunicativa y deliberativa, tan necesaria en la vida contemporánea. 

Han hecho del ejercicio de la palabra un deambular apelmazado, desordenado, babélico, con pasos al vacío, sin medir consecuencias ni asumir responsabilidades. No se diserta, ni se discurre con seriedad en los temas comunes públicos. Sin razones ni ideas, se convierten en oportunidades perdidas.

No hay argumentación. Son muchas las palabras con pulsión ruidosa que invaden el medio ambiente o se esfuman entorpecidas en la secuencia narrativa implacable.

El recato y la prudencia no son una cualidad actual. En la exposición pública aparecen y reaparecen los soliloquios. Hay poco espacio a los diálogos. No hay tregua para el silencio...

Sobran las palabras amontonadas sin pensamientos, no hay conciencia que las reduzcan. Prolifera la verbosidad continuada.

Hablar es una responsabilidad. En la conciencia de quien lo hace debe prevalecer orden y concierto. No se trata de hablar o manifestarse para tratar de decir algo. 

El desempeño oral tiene un significado más exigente; el uso y tono del lenguaje apropiado es una divisa que se acompaña de los adecuados argumentos o la información disponible que reserva la memoria. Punto medular es el énfasis, en el que la articulación destaca lo toral para separar lo relevante del momento discursivo. En la atmósfera de la sala se percibe el efecto logrado, se mide el convencimiento, la persuasión, la influencia tenida en la audiencia.

Se registran glorias elocuentes de intervenciones orales y escritas de gran profundidad constructiva. La historia preserva piezas discursivas que al calor de la palabra encendieron determinaciones que dejaron huella en la vida de las comunidades, en el atrevimiento por cambios relevantes o en renovados derroteros políticos y sociales de pueblos. Adalides de la voz y el pensamiento han convertido con talento la efusividad verbal en obras de reconocido alcance. Es el caso de Pericles, Demóstenes, Cicerón, Séneca, Quintiliano, Santo Tomás, Fray Luis de León, Mirabeau, Danton, Savonarola, el Nigromante, Lenin, Castelar, Mao, Gandhi, Fidel Castro, López Mateos, Obama y muchos otros. 

La historia tiene una deuda en el despliegue elocuente de las mujeres. La antigüedad, el medioevo, la modernidad, y hasta la época contemporánea, no han sido generosas en reconocer la voz vigorosa, defensora y propositiva femenina. La escasez de registros sobre oradoras, tiene un limitado espacio, muy marginal, que tropieza en paralelo con la veda de participar en la vida pública; dada la indiferencia, el lugar obtenido se acrecienta meritorio por los muy relevantes sucesos e intervenciones que consagran la fuerza de su carácter y los razonamientos juiciosos que afloran de voces ejemplares. Heroínas y luchadoras han dado brillo a jornadas decisivas en la formación de procesos sociales. En las aportaciones femeninas en diferentes tiempos y civilizaciones, predomina el recato más que el apetito de vanagloria. Ante la imposibilidad de manifestarse, el silencio ha sido una virtud de su sabiduría ...En conjunto, la participación y su palabra han significado una insustituible expresión precursora y siempre vigente.

Continuará...

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