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Opinión

El Estado benefactor (parte 11)

Ad Honorem

El Estado benefactor destacó en la forma y contenidos. Escribió sus páginas con una narrativa original, puntual y vigorosa. Su lenguaje alcanzó niveles icónicos. Impuso formas de actuar en la vida pública, sobrias y ordenadas; delineó patrones de conducta a la comunicación política. Perseveró en mantener su influencia en el cumplimiento del estado de derecho. Esmeró su voluntad en la prevalencia del "continuus" estatal, en el ejercicio del poder.

En el Estado benefactor, la política vistió buenas prendas; había magín en el porte y formalidad para cada ocasión. Los eventos se cargaban de pompa; los escenarios daban lustre a las convocatorias y definiciones de la autoridad. El poder como afirmación legítima ejercido en la reproducción del sistema y la construcción nacional. La política bien plantada, en el sitial venerable, símbolo de fortaleza, con capacidad para remediar y solucionar, de asignar y trascender.

Se formó una conciencia social que reconocía y comprobaba la firmeza de los entes públicos. El Estado benefactor no consintió la existencia de autoridades diferentes a las legítimamente constituidas; ni permitió someterse a grupos al margen de la ley. Al paso de los años, la valoración respecto a la actitud del gobierno, ha estado expuesta al escrutinio público: los juicios en pro y en contra, localizan la argumentación y/o justificación, en contenidos, hechos y circunstancias, como parte de la revisión del proceso histórico.

México en movimiento, en renovación permanente. Con los cambios mundiales el país se ajusta al ciclo de la variación. El mundo bipolar se desvanece; se acelera la globalización como indicativo y único proceso económico, tecnológico, cultural y social, que se extiende e impone criterios en todos los continentes, que impactan al ámbito público en su organización y dinámica e incorpora contenidos innovadores.

En la metamorfosis de las instituciones, hoy, es factible ubicar influencias externas, cualidades y debilidades internas y factores estructurales que incidieron en la transformación del Estado. Lo cierto es que, vista la realidad nacional actual, a un Estado débil se le dificulta cumplir con los propósitos de la administración pública: ¡satisfacer el interés general!

Es el ideal a alcanzar, a través de las atribuciones concretas que justifican al gobierno, en tanto bienes o acciones materiales o culturales comunes, que son aportados o preservados por el Estado, al considerarlos primordiales.

La sociedad, convertida en asociación de individuos, tiene fija su mirada en su conservación y desarrollo, y todo lo que tiene que ver con su vida, goces y actividades.

Abrir un debate sobre los alcances del Estado en época del mercado libre y la globalización, supone conciliar posibilidades, voluntades y esquemas novedosos de participación de lo público e interacción con lo privado. 

El Estado bienestar tuvo gran aceptación en el orden político y poblacional. Lo saben millones de mexicanos. ¿Acaso acercar propuestas que incidan en áreas determinadas de oportunidad pública en que se intervenga gradualmente, independientemente de los actuales programas sociales, sería un paso importante para replantear nuevos roles a cargo del gobierno?

Un gobierno debe tener presente en todo momento las posibilidades de sus empeños y poner en juego el conjunto de sus atributos para fijar la atención en sus cometidos públicos y sociales. Ni posturas maniqueas, que exacerben el entorno, ni tampoco fijar como único e irreductible su desempeño, sin más valoración que la propia, sin reconocer críticas ni corregir equivocaciones.

Continuará...

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