Opinión
El Estado benefactor (parte 6)
Ad Honorem
09/17/2020
El Estado Benefactor fue un modelo transversal que integró en su evolución gradual a todas las áreas públicas. Estableció en la legislación, atribuciones y competencias de las organizaciones y se extendió, en mayor o menor medida, al conjunto de las tareas gubernamentales. Previsto en planes, programas y objetivos, impregnó una filosofía social y atención en la acción planeada y concertada de los gobiernos.
El esquema tuvo alcances universales, hasta corporativos, y apoyos complementarios en diversos rubros. El grado de cobertura y el valor de los beneficios se inclinó a diferentes estratos y no solo a segmentos focalizados.
Los programas sociales, se iniciaron en aquella época, no con la connotación que hoy en día tienen, que consisten, en su mayoría, en asignaciones directas de dinero a particulares, "transferencias líquidas", sino en definiciones de alcance común, vía satisfactores directos o indirectos, generadores de mejoras en requerimientos diversos. Eran políticas de servicios amplios que permeaban en los habitantes, o se extendían a bienes de alcance universal. Iban desde la educación infantil y abarcaban muchos programas aplicados por todas las dependencias y entidades de la administración pública. Se consideraban políticas dedicadas al desarrollo y, de un modo general, al hincapié en el gasto social como inversión, con un retorno económico futuro positivo esperado.
Comprendía, asimismo, incentivos sociales con componentes que respaldaban y promovían actividades empresariales, el empleo y el mercado de trabajo. No eran, exclusivamente, políticas de mantenimiento de la renta en la ausencia de trabajo o imposibilidad de empleo. Es decir, no consistía en entregas directas en efectivo a grupos específicos, como es la caracterización actual de los programas sociales de mayor asignación presupuestal.
Resulta paradójico que, con el declive del Estado Benefactor, -al disminuir proporcionalmente la inyección de recursos a la infraestructura física, urbana y rural, y, a la formación del recurso humano de las redes de profesionales de la educación, la salud y áreas técnicas-, los programas sociales, crecieron progresivamente.
Después del ciclo benefactor, los gobiernos federales diversificaron las estrategias de inclusión y acciones asistenciales. Tal es el caso, de los programas sociales eje: Solidaridad, Progresa, Oportunidades, Prospera y el Sistema Nacional de la Cruzada contra el Hambre. Cada uno diferente, aunque con elementos y recetas comunes que fueron continuamente aprovechados. La experiencia y práctica gubernamental sirvió en la consecución de modalidades, que cada gobierno impulsó en las tareas sociales, con peculiaridades en las que hicieron énfasis.
Durante los últimos 30 años se alcanzaron alrededor de 200 programas sociales. Todos auditados y evaluados; muchos bien instalados y con un impacto social muy positivo. Por su naturaleza, la comunidad beneficiada, participaba en algunos de manera directa, en la organización y ejecución. Los destinatarios recibían entregas monetarias o apoyos personales. Se clasificaron en segmentos de pobreza, rubros particulares de beneficiarios y grupos vulnerables. Se tradujeron en entregas monetarias y beneficios indirectos, abarcaron: alimentación, familias, becas estudiantiles, pensiones a madres, jóvenes y adultos, comedores comunitarios, estancias infantiles, seguros de vida a trabajadoras, vivienda, abasto rural y social, subsidios a empleo temporal y jornaleros, seguro popular y fortalecimiento a servicios de salud, fomento artesanal y productivo. El enfoque se dirigió hacia la población en condiciones de penurias sociales, pobreza y hambre, a grupos vulnerables y rubros en desarrollo, con un propósito productivo y de inclusión.
Continuará...
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