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Opinión

Futurismo en Morena

Perspectiva.

“La lucha interna da al partido fuerza y vitalidad; la prueba más grande de la debilidad de un partido es la amorfía y la ausencia de fronteras bien delimitadas…”

Carta de Lasalle a Marx, 24 de junio de 1852

Morena, el partido al que López Obrador llevó al poder en 2018 enfrenta ahora el mayor reto de su corta historia; se juega su viabilidad como partido, como movimiento transformador y como gobierno, en una elección de dirigentes que no estará bajo su control, porque a sus líderes reales y formales les fue imposible dirimir las diferencias internas entre los grupos que lo conforman y desarrollar el proceso electivo en el ámbito partidista interno.

Luego de varios escarceos que tuvieron que dirimirse en los tribunales, se logró sustituir con un interinato a una presidente que, por aferrarse al cargo, terminó políticamente desgastada y con graves acusaciones de corrupción. Tampoco la dirigencia interina logró armar un proceso interno porque, aunque tomó como pretexto la pandemia, lo cierto es que no pudo alcanzar el consenso de los grupos que rechazaron su pretensión de alargar su estancia en el cargo hasta pasadas las elecciones de 2021.

El 20 de agosto pasado, al rechazar la pretensión del actual presidente Alfonso Ramírez Cuellar, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ratificó una decisión previa y, dado que Morena carece de un padrón confiable, ordenó al INE hacerse cargo de la elección mediante el método de encuestas. De esta manera la nueva dirigencia será decidida por una militancia no cuantificada con certeza, a la que se sumarán todos aquellos ciudadanos que se auto adscriban como simpatizantes de Morena.

La resolución no afectó a aquellos que ya habían manifestado su aspiración, por el contrario abrió la puerta para que el número de contendientes se incrementara. Al concluir el plazo se habían registrado 51 personas entre aspirantes a la presidencia y a la Secretaría General, como son los casos de la expresidente Yeidckol Polevnsky, que hace grupo con Jaime Bonilla y Miguel Barbosa, gobernadores de Baja California y Puebla, respectivamente; el coordinador de los diputados federales Mario Delgado, a quien se identifica como punta de lanza de Marcelo Ebrard; Alejandro Rojas Díaz Durán, senador suplente de Ricardo Monreal; y en sustitución de Bertha Luján quien se retiró de la contienda, se registró Porfirio Muñoz Ledo, quien se dice defenderá los intereses futuristas de Claudia Sheimbaum. Como caras nuevas aparecen Gibrán Ramírez, al parecer también con el apoyo de Bertha Luján, y el diputado Javier Hidalgo, identificado con Martí Batres.

No solo la cantidad de aspirantes registrados, sino la diversidad de los liderazgos a quienes parecen representar, hacen pensar que en Morena ya se adelantó la lucha por la candidatura pero no para 2021 sino para 2024. Los nombres de Marcelo Ebrard, Claudia Sheimbaum y Ricardo Monreal suenan, y seguirán sonando luego de que se defina la nueva dirigencia, uno o una tendrá la presidencia y otro u otra la secretaría general del partido, lo que les permitirá operar en condiciones de ventaja.

La pregunta relevante es si poner la elección de la dirigencia en manos del INE fomentará la unidad al interior del partido; si será la fórmula para reducir las asperezas entre los grupos internos y sus cabezas; si eliminará la amorfia que padece Morena por el muy diverso origen de los liderazgos tribales heredados del PRD e incrementados con las migraciones priistas, panistas y de otros signos; ese gran problema que arrastra el partido en el gobierno que se reproduce y se pone en evidencia en todas las regiones del país, esa deformidad orgánica a la que se refirió hace ciento setenta años Lasalle en su comunicación epistolar con Carlos Marx.

Sí, la lucha intrapartidista puede fortalecer y vitalizar al partido, pero puede ser también el elemento para su debilitación. Para evitar esto último es necesario que su creador y líder máximo se asuma como tal, apartándose de la sana distancia zedillista. Aunque es probable que López Obrador esté dejando correr los caballos para calificarlos; puede ser que esté observando a las cabezas de grupo para ver quien demuestra capacidad para aglutinar en torno suyo a los millones de adeptos logrados en tres campañas electorales y consolidados en 2018, para que no sean apoyos volátiles y garantizar con ello la continuidad del cambio; ¿o será que lo está haciendo para emular a Plutarco Elías Calles?

Lo cierto es que a a los liderazgos de grupos en Morena les falta la disciplina que presumió el PRI durante tantos años; les falta claridad en el proyecto transformador y compromiso con el cambio. La elección de la dirigencia será para quien sepa operar en la base, amorfa hasta el momento, para inducir el voto a su favor, porque por nombres la llevaría de calle Porfirio Muñoz Ledo.

Al tiempo de escribir esta colaboración la Comisión de Prerrogativas y Partidos Políticos debió haber definido quienes cumplieron los requisitos como aspirantes. Si fueron más de seis, deberán someterse a una encuesta previa que determinará a ese número de finalistas, quienes participarán en encuestas espejo a cargo de tres casas encuestadoras, que serán aplicadas entre el 26 de septiembre y el 2 de octubre; el ganador o ganadora se conocerá el 5 de este último mes.

Un ejercicio previo pero no oficial de Massive Caller entre quienes dijeron haber votado por Morena en 2018, le da la ventaja a Mario Delgado con el 23.9%, seguido de Yeidckol Polevnsky con 17.2% y Porfirio Muñoz Ledo con 17%, los tres de mayor conocimiento público.

Fe de erratas. En nuestra colaboración anterior titulada “Un ¿nuevo? Partido”, nos referimos erróneamente a Margarita Zavala como candidata presidencial del PAN en 2018, ella fue candidata independiente. Agradezco a mi amigo Flavio Galván Rivera, expresidente del TEPJF y de quien sigo aprendiendo, su valiosa observación y el favor de su lectura.