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Opinión

Tener la Razón

Pensándolo bien

Valeria Sabater vuelve a hacerse una pregunta interesante: ¿Por qué queremos tener siempre la razón? Es una insoportable necesidad, es cierto, pero para muchos es una prioridad existencial; de ahí las discusiones, los encontronazos dialécticos y las inevitables frustraciones. Somos esa sociedad que ha desterrado de su mente la increíble posibilidad de estar equivocada alguna vez.

Hay personas que defienden «su verdad» con cierta agresividad, como si en ello les fuera la vida, como si cualquier corrección fuera un ataque personal. Pocos hábitos pueden ser tan perniciosos para el funcionamiento mental como no admitir equívocos, como no corregir en ocasiones nuestra opinión con la información que nos facilitan los demás.

Este no es un mal ajeno, no es algo que solo les pase a los demás. Cada uno de nosotros también evidenciamos, de vez en cuando, esa secreta necesidad: proteger nuestras creencias, opiniones y verdades a toda costa.

Todos hemos visto a adultos reaccionando como niños de tres años cuando alguien les lleva la contraria y no todos manejan bien el desacuerdo, no todos ven con buenos ojos asumir un enfoque erróneo.

Si siempre queremos tenemos la razón, lo único que lograremos es sufrimiento

¿Qué prefieres tener siempre la razón o ser feliz? Si tu respuesta es la segunda es momento de aceptar un hecho innegable: es imposible tener la razón en todo.

Vale la pena bajar de nuestro pedestal, escuchar opiniones opuestas y entonces decidir. Abrirnos al ejercicio de escuchar es una maravillosa oportunidad para aprender y reforzar lazos.

Quien es capaz de desapegarse de la necesidad de tener siempre la razón hace uso de la empatía, esa que tanto nos falta en los tiempos actuales.

Comentario de JPR:

La empatía es la capacidad que tenemos de respetar la posición intelectual de otra persona.

Como casi todas la virtudes, es algo más fácil de definir que de practicar en la vida cotidiana.

Cuando estamos enterados de la dificultad de aceptar que “mi razón” no necesariamente es “la razón” de todo mundo, es cuando somos más cautelosos en cuanto a nuestras creencias y entonces no las tomamos como verdades absolutas e incuestionables.

Una vez logrado ese estado mental obviamente maduro, es menos frecuente mantenerse frente a todos como quien posee “la verdad irrebatible”.

De ese modo lograríamos ser más capaces de entender los puntos de vista diferentes a los nuestros y tal vez aprendamos algo con ello. Porque la lógica del respeto a la razón del otro es absoluta.

Las dificultades familiares, generacionales, gubernamentales y sociales de la actualidad dejarían de convertirse en guerras o separaciones.

Es algo utópico hasta ahora, pero no sabemos qué pasará en el futuro.  

Piénsele bien y seguiremos platicando.

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