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Opinión

El primer viaje (segunda parte)

Perspectiva.

"No soy una política de consenso. Soy una política de fuertes convicciones”.

Margaret Thatcher

Andrés Manuel López Obrador ha sido reacio a viajar al extranjero, al menos bajo la investidura de primer mandatario, porque siendo presidente de Morena realizó en 2017 una gira internacional que cubrió Washington, Londres, Nueva York y Cantabria, España, lugar de origen de su abuelo materno José Obrador Revuelta.

A diferencia de sus antecesores López Obrador no concibe las relaciones exteriores como un bien intangible de gran importancia para el desarrollo económico, por eso ha dejado el tema en manos de Marcelo Ebrard quien lo ha hecho medianamente bien, si se consideran las limitaciones implícitas en la concepción presidencial.

Como enemigo declarado del neoliberalismo, poco interesa al presidente establecer una política exterior que sirva como instrumento para la diversificación y la expansión de mercados o para mantener bajo control el déficit de la balanza comercial, para vigorizar con ello las exportaciones, lo que parece contradecir su interés de formalizar el T-MEC con su visita a Washington.

Las relaciones internacionales de México en el actual gobierno son, como en su momento definió Antonio Carrillo Flores, una “política defensiva” que equivale a una estrategia incompatible con la situación de un país cuyo desarrollo interno –y por lo tanto el bienestar de su población- está condicionado en gran medida por factores internacionales (“La política exterior de México”, Revista Mexicana de Política Exterior, núm. 106, enero-abril de 2016), situación que en esencia no ha variado en los 50 años transcurridos desde esa declaración.

Esa política refleja la dificultad del presidente López Obrador para comunicarse cara a cara con otros mandatarios; muestra de ello fue su negativa a asistir hace un año a la reunión del G-20 en Japón, argumentando ocupación de tiempo completo en los asuntos nacionales y que “…en la situación actual de México, lo más importante es mejorar la economía y el bienestar, así como garantizar la paz”.

¿Qué hizo cambiar a López Obrador? No es que hay disminuido su ocupación de tiempo completo, porque la situación nacional no ha variado de un año a la fecha, y mejorar la economía y el bienestar de los mexicanos sigue siendo alta prioridad; y al no conocerse el motivo del cambio se abre el espacio de la especulación, porque es de soba conocido que, como Margaret Tatcher, AMLO no es un político de consenso, sino uno de fuertes e inalterables convicciones.

A escasos días de la reunión, la agenda de las conversaciones sigue siendo un enigma. López Obrador afirma que platicarán del T-Mec recién recargado y seguramente será tema, en cuyo caso tendría que explicarse por qué no fue incluido el representante canadiense Justine Trudeau, quien fue invitado por la SRE según presumió Ebrard la semana pasada, pero de quien la Casa Blanca no ha hecho mención alguna.  

Es probable que Donald Trump, más que escuchar el agradecimiento ofrecido por el presidente de México por el apoyo con la venta de ventiladores, quiera saber cómo le hará nuestro país para cumplir con disposiciones del tratado como el establecimiento de salarios de $16 dólares por hora al 40% de los trabajadores de la industria automotriz; o de qué manera se hará compatible la nueva regulación que se pretende aplicar a productoras de energía solar y eólica, o el incremento de hasta el 800% a las tarifas de interconexión que determinó la CFE para dichas empresas, con el capítulo del tratado relativo al impulso de energías limpias.

En este sentido es previsible que se plantee el no desmantelamiento de la reforma energética peñista en lo que toca a energías limpias, y se demande que no cambien las reglas, aspecto en el que el Poder Judicial de nuestro país dio ya un primer paso al otorgar suspensiones provisionales tanto a empresas como a la Comisión Federal de Competencia Económica.

O tal vez el presidente Trump requiera una explicación de la forma en que convencerá a los empresarios mexicanos para participar en la recuperación de los empleos perdidos, además de nivelar los salarios mínimos generales con los que se pagan en Estados Unidos y Canadá, para evitar que un mayor número de mexicanos pretendan cruzar la frontera norte en busca de empleo; porque las autoridades estadounidenses enfrentan ya el paro obligado de 20 millones de trabajadores y deben estar preocupadas por la pérdida de empleos en México, que oficialmente se ubica en un millón de plazas formales, pero que de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía asciende a 12.5 millones de personas cesantes solo en abril, si se incluyen las plazas de la economía informal.

Éstas y muchas otras interrogantes permanecerán en tanto no se divulgue una agenda mínima y mantendrán en entredicho la afirmación con tintes de promesa de que no habrá acuerdos en lo oscurito.  

Para varios actores políticos en ambos lados de la frontera el primer viaje de López Obrador es inoportuno y está bajo sospecha. La inoportunidad del viaje no solo radica en la trivialidad de los argumentos expresados en México, ni en las razones de seguridad nacional y personal que planteamos en nuestra colaboración anterior, sino porque ambas naciones viven serios rebrotes de la ya de por sí grave crisis sanitaria por coronavirus, lo que en sí mismo debería llamar a la prudencia de ambos mandatarios, algo que no podemos esperar de uno ni de otro.

La cita se cumplirá porque la intención es enviar mensajes a ambos lados de la frontera. En Estados unidos el congresista demócrata de origen mexicano Jesús “Chuy” García, manifestó que podría tratarse de una estrategia electoral para captar el voto latino, y agregó que “Trump busca votos y va a aprovechar la relación que tiene con AMLO para hacerlo”.

López Obrador ofreció en su última campaña electoral que la política exterior de su gobierno recuperaría la doctrina Estrada, es decir el principio de no intervención y de no injerencia en los asuntos internos de otros países, lo que de confirmarse la sospecha del legislador méxico-americano será una promesa incumplida.

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