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Opinión

Escritores en la eternidad

Ad Honorem.

El don de la escritura acompaña a las mujeres  y hombres que en su construcción vital, dieron dinamismo a lo real, a lo utópico o a lo ficticio. Con su magnificencia narrativa, la dramaturgia y la sensibilidad poética, alcanzaron los linderos sublimes de la eternidad. 

Son cómplices de un universo pretérito, actual y futuro; hicieron de los géneros épico, lírico, dramático y didáctico, un manejo admirable, en cada sitio, en cada ocasión.

Sus plumas mágicas dibujaron la interpretación de sus diferentes épocas, las de antes...las de hoy; recrearon mundos inexistentes; adelantaron el movimiento del tiempo para ir al futuro; dieron cuerpo y voz a sus personajes con magistrales historias y poblaron lugares por medio de la metáfora y la alegoría, como figuras retóricas esenciales.

La naturaleza objetiva, popular, metafísica o filosófica, es el cosmos que habita el escritor, la escritora. Desde allí, transmiten y revelan con la fuerza de la palabra, un mundo de escenarios complejos.

¿Quiénes son? El público lector los elige, ¡Nosotros los hacemos propios, a ellos, a sus obras y personajes!, la conseja popular los comenta, los círculos de estudio los reproducen. Son quienes por medio de sus escritos despiertan con exquisitez la maravilla y el entusiasmo; aquellos que con la magia de la palabra vibrante mueven la mente y agitan el pensamiento; los que con su prosa o verso transmiten una intensidad emocional; las que con su fuerza y coraje alcanzan lo fantástico, mantienen el interés y el suspenso, generan risa, conducen al misterio; los que logran unir la expresividad con la realidad y provocan  efectos imaginativos. 

Por su legado han conquistado su lugar en el arte de las letras. En las generaciones actuales encontramos quienes se encaminan a ese sitial. Lo cierto es que, a través del tiempo en los distintos lugares, su expresión incide en la vida por medio de la palabra.

Su límite -ha sido y es- la imaginación de alcances infinitos. Las libertades que gozan son un desafío permanente. De la mano de las musas, con la inspiración recibida, trascienden el frío de la alegría y el calor de la tristeza. 

Se convierten en mensajeros divinos de la idea letrada, del encanto teatral, de la magia versada, para deleite de las almas terrenales. 

Los  escritores asumen el mandato de los dioses. Su numen puebla territorios figurativos, transportan al lector en el tiempo, reaniman mitologías, creencias e incertidumbres; sus obras imprimen cadencia y densidad, privilegian el diálogo en sus personajes y fijan la proporción de lo real y lo ficticio. 

Mujer y hombre novelista, cuentista, ensayista, cronista, poetiza o dramaturgo, exhiben su experiencia y conocimiento. En su mente creativa caben las vastas opciones de la riquísima historia literaria.

Los hay quienes investigan para documentar sus obras, buscan pruebas, deambulan por archivos, compilan y seleccionan tarjeteros o clasifican notas digitales, para enriquecer su narrativa.  El colorido de sus inquietudes aborda cualquier temática, que van desde las históricas, biográficas, sociales, hasta asuntos de la naturaleza, los comportamientos disímbolos de la sociedad y la política; las dimensiones infantiles, las alegrías, los impulsos temperamentales, exaltaciones y frustraciones. 

Los escritores y su ingenio ágil vuelto palabra, tratan increíbles situaciones de la vida y la muerte; del amor, terror y odio; del poder, del gobierno; de la gloria, lealtad y traición; de insinuaciones, fantasías y frenesí. 

Se instalaron en el lenguaje universal; se adentraron en mentes y corazones al versar en lo trágico, lo ridículo y misterioso. Dieron donaire y elegancia a la literatura. Desbordaron su plenitud artística para llegar a nuestros pensamientos, ocupar nuestro afecto. Invitan a reflexionar, a sopesar.

En el continuo del tiempo hacen brotar lo íntimo e individual de los sentimientos de vida. Consagraron sus nombres en la inmortalidad. Sus obras son patrimonio colectivo a nuestro alcance. 

Con arrobamiento se aproximaron a lo infinito. ¡Están en la eternidad!

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