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Opinión

Otra vez el ánimo reeleccionista

Fórmula Legislativa.

“La corrupción no es una ‘esencia’ de nuestra gente, sino fundamentalmente un resultado del monopolio político”. Arturo Santamaría Gómez

Los aires reeleccionistas dejaron sentir nuevamente sus fétidos olores en el espacio nacional. Primero fue Jaime Bonilla Valdez, cuya ficha signalética difundió la revista Alarma! en 1982 acusándolo de haber defraudado al Infonavit. El gobernador electo de Baja California intentó una reelección sin haber iniciado su mandato, para extenderlo por tres años adicionales al período para el que fue electo.

Después vino Martí Batres con su fallido intento de repetir en la presidencia del Senado, lo que hubiera logrado de no ser porque su intención estuvo inmersa en la lucha por la dirigencia nacional de Morena, y Ricardo Monreal operó hábilmente para tener el control interno de esa Cámara.

Y qué decir de Yeidkol Polevnsky, que además de haber manifestado abiertamente su aspiración de mantenerse al frente de la dirigencia nacional de Morena, prácticamente azuzó a su líder cameral Mario Delgado para que a toda costa asumiera para Morena el gobierno absoluto de la Cámara de Diputados, en franca tentativa de ir construyendo un nuevo monopolio del Poder, como aquél que tanto criticaron.

Luego fue Porfirio Muñoz Ledo quien pretendió extender, aunque fuera por seis meses, la duración de su presidencia en la Cámara de Diputados, cargo que obtuvo violentando una prohibición expresa de la Ley Orgánica del Congreso.

Ahora fue el diputado local de Morena en Tabasco Charly Valentino Vera, quien haciendo honor al nombre de comediante que le impusieron sus padres y a voz en cuello con el destemplado grito de “sufragio efectivo, SÍ reelección”, pidió al Congreso de la Unión y a las legislaturas locales que se derogue de la Constitución la disposición que prohíbe que un presidente repita el mandato, para que López Obrador se mantenga en la presidencia de la República por 12 años, porque a su juicio el presidente ha realizado un buen trabajo, además de que le llevó un largo camino llegar al lugar donde está, y no debemos poner en riesgo el bienestar que ya llegó.

Afortunadamente, como lo ha hecho en repetidas ocasiones desde su campaña, y lo hizo de nuevo la semana anterior mandando a sus diputados federales el mensaje de no a la reelección de Porfirio, de no al agandalle de la mesa directiva y de no a la elaboración de leyes a modo para satisfacer los intereses de un grupo, el presidente López Obrador atajó de inmediato las locas posturas de su paisano, reafirmando su convicción anti reeleccionista al contestar “Ya hasta firmé que no voy a reelegirme. Soy Maderista”.

En 2018, en un acto de campaña celebrado en Cuautla, Morelos, el entonces candidato afirmó “no me voy a reelegir”, y cuando le preguntaron “¿y si se lo pide el pueblo?” reiteró, “Tampoco, no creo en la reelección, seis años van a ser suficientes para sentar las bases de la patria nueva”.

Pero en la mente de distintos personajes y analistas políticos, a los que el presidente seguramente tildaría de adversarios o conservadores fifís, se mantiene ese miedo histórico que nos legó el General Porfirio Díaz. Hay quienes creen firmemente, como Pablo Hiriart entre otros, que luego de la elección de 2021, lograda nuevamente la mayoría absoluta en ambas cámaras y medidas las posibles reacciones sociales, se decidirá modificar el artículo 83 de la Constitución, y no solo para dar gusto al tristemente célebre diputado tabasqueño, sino para eliminar del artículo 83 de la Carta Magna la estipulación de que el ciudadano que haya desempeñado el cargo de Presidente de la República, electo popularmente o con el carácter de interino o sustituto, o que asuma provisionalmente la titularidad del Ejecutivo Federal, en ningún caso y por ningún motivo podrá volver a desempeñar ese puesto.

En su artículo “La huella de don Porfirio: el miedo a la reelección y la dictadura que aún impera”, Miguel Alejandro Rivera afirmó que la figura de Porfirio Díaz parece ser uno de los traumas más grandes de la sociedad mexicana, por el miedo enorme a que surja otro personaje con las intenciones de reelegirse en la presidencia una y otra vez como lo hiciera el mandatario oaxaqueño; y ese miedo existe en algunos sectores respecto al tabasqueño.

Ese miedo no fue tan patente cuando en 2014 se reformó la Constitución para permitir la reelección de diputados y senadores, lo que luego se extendió por resolución jurisdiccional a los integrantes de ayuntamientos; y que de no haber sido por el tsunami lópez obradorista del año pasado, podríamos tener una visión más clara de la conveniencia de la medida.

Sin embargo, el miedo histórico se centra en la figura del presidente de la república debido al enorme poder que concentra en nuestro sistema, lo que no ha sido tocado ni marginalmente en las alocuciones del líder máximo de la 4T.

Leo Zuckermann afirma que Andrés Manuel López Obrador no va a reelegirse porque conoce la historia mexicana, y porque sabe que la reelección sería una terrible losa para el legado de cualquier Presidente. Y coincido con su apreciación porque la personalidad de Andrés Manuel que se presenta como el más destacado de los humildes (para no utilizar el sugerente nombre de su rancho), le hace resaltar tendencias ególatras como su afán de enlistarse junto a Hidalgo, Morelos, Juárez y Madero, lo que le impide animarse a cargar esa losa.

Hasta ahora la clase política mexicana, incluido el PRI de la época autoritaria, ha seguido fielmente el postulado maderista de no reelección; pero no es fácil imaginar a López Obrador entregando los bártulos presidenciales en 2024 y partiendo mansamente a su rinconcito de Chiapas, sencillamente porque ha dedicado cada momento de su vida adulta al ejercicio de la política, actividad que como se sabe es altamente adictiva.

El Presidente López Obrador no es ni aspira a ser Fidel Castro, Hugo Chávez, Nicolás Maduro o Daniel Ortega; él es la argamasa única de infinidad de disímbolas y hasta contradictorias personalidades que integran el movimiento morenista, y es seguro que su ausencia abriría las puertas a la confrontación interna y a la extinción, por lo que seguramente seguirá actuando tras bambalinas después de su mandato hasta donde sus fuerzas se lo permitan, a riesgo de resucitar el maximato. Gracias

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