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Opinión

El latin power en los Estados Unidos

Ciudad con voz.

Esta columna surge con la finalidad  de colocar a discusión temas sociopolíticos que parecen de poca relevancia, pero que, no obstante, son cruciales en la vida de nuestras ciudades. Nuestro objetivo será dar espacio a los rostros y las voces de la gente que anda a pie, que trabaja en el campo, que emigra en busca de mejores oportunidades, que vislumbra la ciudad desde una perspectiva diferente.

Son muchas las personas que tienen algo importante que contarnos y que no siempre tienen la oportunidad de hacerlo, pero no por eso sus historias dejan de formar parte de lo que somos: una sociedad que se transforma todos los días y que en su ruta hacia un futuro mejor precisa incluir a todos mediante el diálogo, el respeto y la tolerancia. 

Tal vez el primer paso hacia la búsqueda y construcción de una sociedad más igualitaria, sea reconocer que todos somos de origen precario, vulnerables y frágiles -independientemente nuestro contexto socioeconómico- y esto implica detenernos para observar y conocer a nuestros conciudadanos. Entender que todos somos poseedores de derechos básicos como: el derecho al trabajo, la libre expresión, a escoger en donde vivir, al esparcimiento, a la salud, al libre tránsito, a la educación, a la cultura, a la vivienda digna; quizá nos pueda llevar a ser más sensibles, más solidarios y así colocarnos en el lugar del otro para entenderlo.

La oportunidad de dar a conocer historias de personas que configuran nuestras ciudades mediante la redacción de crónicas, relatos, narrativas es, sin duda alguna, una manera de reconstruir lazos sociales que se han venido fisurando. La ciudad habla porque todos nosotros le damos vida.

En honor a los ciudadanos y a todos aquellos lectores que buscan construir mejores ciudades y que reescriben todos los días los rumbos de sus colonias, sus empresas, sean grandes o pequeñas, sus hogares, aquí les dejamos esta nueva columna de opinión que se titula: Ciudad con voz.

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El latin power en los Estados Unidos

Miles de asociaciones latinoamericanas inundan al “vecino del norte”. Las que son de origen mexicano predominan. Tan solo México en el último registro del Instituto de los Mexicanos en  el Exterior (IME, 2015) se contabilizaron 2 mil 398.

Las asociaciones de origen latinoamericano recorren amplias áreas de interés y de impacto en la estructura social norteamericana: arte, política, periodismo, medios de comunicación, literatura, ecología, salud, mercado empresarial, educación, investigación científica y cultura. De entre las más importantes se encuentran: La Sociedad de Ingenieros y Científicos Latinos / Society of Latino Engineers and Scientists, la Cámara de Comercio Hispana de EE.UU. / US Hispanic Chamber of Commerce, la Asociación Nacional de Médicos Hispanos / National Hispanic Medical Association.

La emigración de los latinos hacia los Estados Unidos responde a un fenómeno centenario, de hecho el primer registro que se tiene de flujo migratorio latinoamericano es de mexicanos y este data de1884. De acuerdo a Jorge Durand y Douglas Massey (2004), este se debió a la construcción ferroviaria entre el estado de Texas y el estado de Chihuahua.

Las motivaciones de los éxodos que se han movilizado desde el norte, centro y sur del continente desde finales del siglo XIX hasta en la actualidad, han sido diversas. Algunas respondieron a la crisis o el apogeo económico, otras fueron producto de contextos de violencia provocada por las guerras civiles y las dictaduras y algunas más por tradición o cultura que se gestó durante casi un siglo.

De acuerdo al artículo publicado en la BBC actualmente se tienen registrados un aproximado de 55.2 millones de personas que se han identificado como latinoamericanos, eso equivale al 17% de la población total estadounidense. Los latinos representan hoy en día el 25.4% del padrón electoral.

¿Cuál será el discurso de Donald Trump hacia la comunidad más chicoteada por su política de gobierno en las próximas elecciones presidenciales? ¿Cómo convencerá el protagonista de The Apprentice a los familiares de deportados - cifra que, según el Washington Post, asciende a 256 mil en 2018 - para que voten y lo re-elijan?

La importante presencia de los latinos en el país vecino del norte, ha marcado una pauta en los procesos económicos, políticos y culturales. Sin embargo, aún persisten grandes riesgos que día a día deben enfrentar los migrantes. Hay una parcela amplia de la sociedad norteamericana que se siente ultrajada por  la migración masiva y su implicación en la desestabilidad en materia económica, social y seguridad (Castles y Mills, 2004). El estigma, la agresión psicológica y física, y en ocasiones hasta la muerte, han sido la apuesta que han debido pagar aquellos migrantes que buscan mejores oportunidades.

El fenómeno migratorio de millones de latinoamericanos que cruzan por y desde México  la frontera que mide 3,175 kilómetros, gústeles o no a las fracciones sociales y políticas que se inclinan y ondean la bandera del racismo, la discriminación, la xenofobia; es un fenómeno que ha encontrado la continuidad y ha echado raíces - quizá endebles - en tierra que ya no es posible llamar como “extranjera” o ajena, porque después de más de un siglo la cultura latinoamericana se ha expandido y ha encontrado ventanas abiertas que le han permitido incorporarse, entremezclarse y relativamente fusionarse con la cultura estadunidense.

Hoy en día es posible decir que América Latina se extiende desde la Patagonia hasta Alaska. Analizar la latinidad exige comprender que no es una cuestión geográfica, no es algo exclusivo de los países que se encuentran ubicados geográficamente hacia el sur después del Río Bravo. Actualmente, la identidad latina es también un elemento que configura política, económica y socialmente a los Estados Unidos. ¿Por qué negar o desconocer algo que también les pertenece, algo que engrandece a la humanidad?

La gastronomía, la ropa, la música, el lenguaje, los símbolos, las fiestas tradicionales, las artesanías; la historia de los países latinoamericanos que mezclan su pasado prehispánico y colonialista con el modernismo, es en cierta forma colocada en bolsas de plástico, mochilas y maletas –en el mejor de los casos – y llevada a recorrer caminos distintos, peligrosos, precarios.

Las vías de los trenes que van por la Ruta Pacifico, la ruta centro que culmina en Ciudad Juárez, Chihuahua, o a través de la ruta que va hasta Nuevo Laredo, Tamaulipas y la ruta del Golfo de México que finaliza en Matamoros, son testigo del acarreo cultural e histórico que los migrantes latinoamericanos realizan en su viaje hacia el “american dream”.

Con todo y el enriquecimiento cultural y económico que la migración latina aporta amistosamente a los Estados Unidos, existen políticas de protección a la frontera que se caracterizan por ser inhumanas, radicales y violentas hacia los migrantes. Las camadas ultra conservadoras fortalecen su discurso cotidiano con base en personajes que han liderado con orgullo el racismo:  William F. Buckley Jr., Ann Coulther, entre otros.

El discurso de las organizaciones internacionales y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), es insistente al señalar, que el hecho de que cualquier ser humano se desplace, sin importar el motivo, no lo despoja de sus derechos universales: el derecho a la vida, a alimentarse, al agua, a tener un empleo, a decidir en donde quiere vivir, al culto hacia alguna religión, al acceso a programas de salud y a participar políticamente.

Algo que debe ser discutido profundamente es lo concerniente al derecho internacional, que poco efecto ha tenido para la comunidad migrante latinoamericana que radica en los Estados Unidos. Cuando se analiza la política migratoria que, tanto Republicanos como Demócratas, han implementado en los últimos 30 años, es evidente que las directrices y recomendaciones que la ONU y la CIDH hacen en torno al tema han sido ignoradas.

Es importante decir que la amistad por parte de los gobiernos norteamericanos hacia los pueblos de América Latina nunca ha sido fiable, ni siquiera en el tan alabado gobierno de Barack Obama que de hecho se caracterizó por ser – desde el gobierno de Reagan –  el de mayor índice de deportación de latinos. Las cifras alcanzaron los 2,768,357.

Para finalizar, rescatamos el tuitazo del Dr. Lorenzo Meyer: “Sólo durante la  I y II Guerra Mundial el gobierno estadounidense fue relativamente amigo confiable de México, fuera de eso nunca ha existido una amistad real”. El internacionalista apuntó que a Estados Unidos “[…] hay que tratarle con desconfianza y tener listo un plan B, C, hasta la Z.”

Twitter: @IbarraEmilio