Tras sentencia de sacerdote pederasta, podrían ir contra Jonás Guerrero

Los Mochis, Sin.- Tras un litigio de más 10 años, las autoridades sentenciaron, de manera historica en México, a 63 años años de cárcel al sacerdote Carlos López Valdés por los delitos de abuso sexual y corrupción de menores.

Sin embargo, las investigaciones continúan, ahora contra quienes desde el seno de la Iglesia Católica de México encubrieron y protegieron al prebístero, entre ellos el actual Obispo de la Diócesis Culiacán, Jonás Guerrero Corona, así como Marcelino Hernández, Obispo de Colima, y el excardenal Norberto Rivera Carrera.

El caso fue denunciado por Jesús Romero Colin, quien por más de una década fue víctima de violaciones sexuales contínuas por parte de López Valdés.

Uno de los primeros en enterarse de los abusos contra niños y adolescentes cometidos por el sentenciado fue Jonás Guerrero, debido a que en ese tiempo se desempeñaba como Obispo Auxiliar para la Sexta Vicaria Episcospal de la Arquidiócesis Primada de México.

Cuando la madre de Romero Colin acudió a él a denunciar las acciones cometidas contra su hijo, fue recibida con malos tratos. Y, tras hacer de su conocimiento que procedería a interponer una denuncia penal, Jonás Guerrero cambió al sacerdote de templo.

Por órdenes del cardenal Norberto Rivera, Guerrero Corona también fue removido de Ecatepec y trasladado a Culiacán, para así permanecer lejos del escándalo de la investigación que se dio en el centro del país.

Cabe subrayar que, de acuerdo a las declaraciones de la madre de la víctima, cuando ella acudió a Jonás Guerrero, en el 2007, éste ya estaba enterado de abusos cometidos contra menores, debido a que en el 2004, un seminarista encontró fotos de niños desnudos en la caja de fuerte López Valdés e hizo de conocimiento al actual Obispo de Culiacán.

La defensa de Romero Colin ha exigido a las autoridades que, tras la sentencia a López Valdés, también se sancione a los que encubrieron por más de una década los abusos cometidos contra niños y adolescentes, los cuales quedaron plasmados en fotografías que el mismo sacerdotes tomaba mientras los cometía.

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