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Opinión

El Odio

Pensándolo bien.

Dice Manuel Vitutia Ciurana, psicólogo portugués, que tanto la inmensa mayoría de las religiones, como de las filosofías no-espirituales, coinciden en señalar al odio como un pecado o una emoción maligna, ya sea por contradecir los mandatos de los Dioses, según las religiones, o por no traer más que calamidades a la Tierra, según las filosofías. 

Sin embargo, pocas veces advertimos al odio como lo que es: Un parásito emocional que se alimenta de nuestra energía para engordar a nuestra costa y que, aún en el mejor de los casos, es completamente inútil para hacernos más felices o menos desgraciados.

Siendo fríamente pragmáticos, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que sentir odio no nos deja ninguna utilidad, lo cual no quiere decir que no sea normal y humano experimentarlo en ciertos momentos. La cuestión es que una vez que lo detectemos en nuestra cabeza o en nuestras tripas, deberíamos hacer lo posible por escapar del odio como si se tratara de una sanguijuela.

Porque sentir odio es como sufrir una úlcera: Resulta imposible concentrarse en nada bueno, es imposible experimentar nada que no sea el retorcerse de nuestro estómago hasta que nos tomamos el antiácido y el dolor va cediendo. Entonces sí, una vez conseguida la paz, ya podemos continuar con nuestra vida y disfrutar de las cosas que nos gustan.

La paradoja del odio es ésta: El odio es una emoción que nos hace sentirnos enfermos, porque deseamos que a algo o a alguien le sucedan cosas malas, mientras que ese algo o alguien vive a salvo de nuestra furia y somos nosotros quienes experimentamos el mal.

El odio, en el peor de los casos, puede llevarnos a cometer actos reprochables, malvados y horrendos contra los demás; y, en el mejor de los casos, será usted el único o la única que sufra sus consecuencias.

(Hasta aquí el psicólogo Manuel Vitutia)

Todo lo dicho por el psicólogo Vitutia, es válido para describir al odio como una realidad presente.

Sin embargo, para producir una explicación más profunda de la función del odio en nuestra mente y nuestra alma, es necesario decir que el odio actual repite un fenómeno del pasado totalmente reprimido; es aquel odio contra nuestra madre o nuestro padre que nunca se pudo expresar en su totalidad por obvias razones, tanto por amor como por supervivencia, debido a nuestra dependencia, pequeñez e inferioridad infantiles frente al enorme valor de los adultos que nos criaron, cada vez que actuaron en contra de nuestro deseo, despertando así nuestra agresividad infantil, nuestro odio imposible de expresar, excepto tal vez algunas veces como un berrinche inútil.

Así que, antes de darle vuelo al odio, mejor…

Piénsele bien y seguiremos platicando

jperezrobles@gmail.com




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